martes, 21 de mayo de 2013

Descargar El Rey Trasgo gratis

¡Hola! Probablemente hayas llegado aquí a través de un enlace esperando un artículo sobre piratería o buscando cómo descargar mi libro gratis desde Internet. Te sorprendería la de gente que llega al blog buscando esas palabras. "Descargar El Rey Trasgo epub gratis", "El Rey Trasgo descarga directa", "El Rey Trasgo gratis"... Cada mes hay unas cuantas así. Sí, estoy citando esas palabras para que aparezcan en los primeros puestos de las búsquedas de Google. Ey, el buscador no es ni amigo ni enemigo: es una herramienta.

Bueno, ya que estás aquí, ¿te apetece escucharme? No será más que un par de minutos.

Gracias.

No voy a criticar que busques contenido gratuito, no voy a divagar sobre los derechos del consumidor con respecto al acceso a la cultura (sea El Rey Trasgo cultura o no) o a hablar de la mentalidad del "todo gratis". Doctores tiene la iglesia que disertarán sobre ello con más propiedad. No te voy a tildar de nada. Hablar de ética, propiedad y mercado, en el momento en que escribo estas palabras, no me apetece un carajo. Voy a proponerte alternativas.

¿Andas tras El Rey Trasgo, te ha despertado curiosidad? Si aún te estás decidiendo, mira lo que dicen las reseñas o échale un vistazo al adelanto. Si buscas El Rey Trasgo a un precio asequible, pásate por la sección dónde comprar El Rey Trasgo. En digital vale tres euros con sesenta. ¡Tres euros con sesenta! Otras casas tienen sus ebooks a catorce euros, medida que respeto mucho pero que no comparto en absoluto, porque nos gustan los ebooks bonitos y accesibles. ¿A que no nos equivocamos al hacerlo así?

No tiene DRM porque no nos asusta que se lo prestes a un amigo. Lo que nos disgusta, a la editorial, a mí y a muchos, es que un individuo al que la literatura le importa entre cero y nada arramble con un lote de 500 ebooks y los cuelgue en un portal de descargas a cambio del dinero por publicidad que se lleva el portal.

¿Sabes a quién ayudan las descargas, y mucho? Ayudan a ese tío que gana dinero cogiendo contenidos de pago y vendiéndolos a portales de descargas. Emilio Bueso habló de ello en un foro que no recuerdo, con acierto: si encuentras un libro en Internet, lo más seguro es que no provenga de un lector satisfecho que quiere darlo a conocer al mundo, sino de uno de estos simpáticos personajes que se ganan las perras con trabajo ajeno. En El Rey Trasgo han colaborado revisores, ilustradores, editores y yo mismo. ¿Te animas a respaldar nuestro trabajo con tu compra?

Claro que quizá te interese la versión física. Cuesta como dos copas de fin de semana. Y El Rey Trasgo te gustará más, te durará más tiempo, podrás volverlo a leer dentro de años -cuando quieras rememorar aquel libro tan raro con trasgos y la portada de tinta- y te provocará, como mínimo, la misma euforia, el mismo vértigo, la misma embriaguez.

Espera, ¿qué asoma por el horizonte? ¡Es mi argumento sobre piratería favorito, la reductio ad Gaiman! Ya sabéis cómo funciona: "¡ey, Gaiman dijo que la piratería le beneficiaba!, ¡si a otros autores no les beneficia es porque no se lo saben montar!". Algún día hablaré de ella largo y tendido, explicando lo que a mis ojos son diferencias insalvables entre Neil Gaiman y el autor español de género. Hoy solo diré una cosa: Gaiman dice cosas muy interesantes en ese vídeo y es de idiotas no prestar atención a lo que dice. Pero extrapolar su caso a todos los autores y editoriales; reducir el debate sobre piratería y en qué medida afecta a las distintas capas de la creación de contenidos a cuatro minutos de vídeo, me parece simplista y un punto  irresponsable.

Si después de todo aún quieres descargar El Rey Trasgo gratis (¡posicionamiento en Google!), ¡me temo que ya no hay nada que pueda decir! Pero ya que estamos, hazme un favor. Uno pequeño. Cuando lo termines, ponle una nota en Amazon. O valóralo en GoodReads. Habla de él en tu foro favorito o  comparte tus impresiones en las redes sociales. Dime qué te ha parecido en mi cuenta Twitter. O dile a un amigo que cada día que pasa sin leerlo es un día perdido. Haz que otros lectores disfruten, se asusten y gocen tanto como tú. Sé banderizo del trasgo y que crezca la curiosidad bajo tu estandarte.

Gracias por tu tiempo. ¿Ves cómo solo eran un par de minutos?

jueves, 16 de mayo de 2013

Las tierras del trasgo: Othramaras

Othramaras, por Óscar Pérez. Clic para ampliar.

No entres, chiquillo, en el bosque,
con el arrojo que en cuentos leíste.
No creas conocer el camino.
No creas que el sol te protege.

No vayas tras las mentiras,
que la arboleda te ofrece,
no intentes burlar un destino,
que a las hadas pertenece.

No te fíes de los halagos de ninfa,
ni de los augurios de espectros.
Desconfía del cuchicheo del trasgo,
de las dulces promesas del duende.

No escuches a sus habitantes, niño:
manipulan, inventan, mienten.
Y bajo sus sonrisas esconden
afiladas hileras de dientes.

No entres, chiquillo, en el bosque,
con el valor que en leyendas escuchaste.
No sabremos dónde has ido.
No podremos encontrarte.

lunes, 13 de mayo de 2013

Cosas que aprendí -o que sospechaba y confirmé- en la Feria del Libro de Sevilla

Sevilla es una ciudad preciosa. Y calurosa. Y si se te cae la cartera, te lo indican educadamente en vez de llevársela. Y no han visto a un hombre con kilt en su vida. En Cádiz tampoco. En cualquier caso, no sé si Sevilla tiene un color especial, pero tiene muy buena gente y un ambiente espléndido.

Hay tres reacciones generales por parte del público cuando dices que escribes fantasía:
  • Comentar lo buen regalo que será para sus hijos/sobrinos/nietos. La fantasía aún se percibe por buena parte de los asistentes como un género juvenil. Es algo de lo que hablamos Antonio Martín Morales y yo durante la charla sobre literatura fantástica a cargo de Bibliofórum: la percepción que se tiene sobre el género fantástico y sus lectores está cambiando de forma paulatina pero notable. Hace un par de décadas, la fantasía era percibida como un subgénero, un subproducto cultural, un artículo de consumo ligero para lectores poco exigentes, no era "auténtica literatura". Yo he oído decir "a ver cuándo empiezas a leer libros de verdad" cuando ya tenía a mis espaldas el Silmarillion. A día de hoy aún existe la poco fundamentada e irreal impresión de que la fantasía es un género fundamentalmente juvenil; no obstante, sí percibo que la imagen que se tiene de ella como género ha cambiado. Ahora es una opción. Una alternativa. Ahora tiene un sitio en el imaginario colectivo; un sitio que, al fin, no tiene que compartir con las escobas y los artículos de limpieza. Es por ello por lo que siento un gran respeto hacia autores como George R. R. Martin, que han ayudado a llevar la fantasía a nuevas cotas de popularidad y le han quitado de encima la imagen de "historias para chavales". Aunque ahora no lo percibamos, en un años miraremos atrás y diremos: "nombres como este hicieron que fantasía se empezase a escribir con mayúsculas". Al tiempo.
Ojito con qué regalas al sobrino. No solo por la violencia,
sino por la complejidad narrativa, el lenguaje, la trama...
  • Interés. Sí, he dicho "interés" no "absoluto interés". A menos que seas un gran nombre, nadie va a ir corriendo a que le firmes su ejemplar. Se acercarán, ojearán, se marcharán, puede que vuelvan o puede que no. No he estado en muchas casetas, así que no se os ocurra tomar mi experiencia como algo más que las vivencias de un autor novel que quiere compartir con vosotros lo que va aprendiendo por el camino. En cualquier caso, esto sí os puedo decir: cuando estás en frío, sentado, viendo la gente pasar, hay que identificar esa pequeña chispa de interés, esa minúscula llamita, y tratar de avivarla. Hay autores que son capaces de despertar esa chispa por ellos mismos y no tengo palabras para expresar mi admiración hacia ellos. Pero cuando digo "avivar la llama" no digo "abrumarla". Sopla demasiado fuerte y se apagará. Sopla demasiado suave y no conseguirás nada. No intentes vender un libro: intenta vender una idea, una experiencia. ¿Difícil? Nos ha jodido. Nadie dijo que fuese fácil. Pero precisamente porque es un reto, es una tarea fascinante. 
  • Desinterés. He visto cosas que no creeríais. He visto lectoras retroceder sin dejar de mirarme después de identificarme como autor de género fantástico. He visto miradas de confusión absoluta, como si hablase en un dialecto muerto hace siglos, pese a utilizar una palabra tan castellana como "fantasía". El interés que pudiese despertar tu portada se pierde como lágrimas en la lluvia. Es hora de asumir que lo que tu escribes, por muy bien escrito que esté, no despierta la menor curiosidad. Y la verdad, tampoco pasa nada. No esperabas gustar a todo el mundo, ¿verdad? Hablando de la cual: gracias a Bárbara Hernández por la portada del trasgo y su irresistible poder de atracción. Y gracias a Constantino Romero, que marchó a Valhalla ayer. Otro motivo para llevar a cabo grandes gestas: poder escuchar relatos heroicos con su voz, entre interminables cantidades de cerveza y jabalí.
"Pues debió haberse armado cuando decidió decorar su salón con mi amigo."
Escalofríos.

La cola para que firme libros un dietista -profesión tan honrosa como cualquier otra, ojo- excede, por mucho, por muchísimo, a la de un escritor. La cola más larga de un escritor, por lo menos que yo llegase a ver, fue la de Javier Sierra, que tenía un nutrido grupo esperando. También estaba Julio Anguita, que no llegó a tener mucho público, no al menos cuando pasé ante su caseta, porque ya no es un personaje de actualidad. Sin embargo, el equipo de "El método de la báscula" -parece que es algo enmarcado en un programa de la televisión local, por lo que he visto- tenía tal cola que tenía que dividirse mediante vallas y aún así pasaba por delante de dos casetas. El poder de la televisión, amigos. Llega a estar Jorge Javier Vázquez y el evento se hubiese llamado "Feria del Libro de Sevilla y alrededores" por el tamaño de la cola. ¿Puede llegar a molestar, a irritar que tus esfuerzos literarios no encuentren la recompensa que esperabas? Hace poco hablé acerca de ello, de qué escribes y para quién, y los resultados que cosechas por ello. ¿Quieres vender libros? Sal por la tele.

Hablando de lo cual, despiertas más interés por tu libro hablando sobre otras obras, o sobre otros autores, o sobre otros temas, que cuando hablas sobre el tuyo. Este punto es importante. No hables de lo maravilloso que eres, de tu ombligo, de lo bien que escribes -por favor, en serio, no-: demuestra que tienes algo en la puñetera cabeza. Que tienes cosas interesantes que decir, que en ti bulle la curiosidad, que eres apasionado, que tienes cierta idea de lo que hablas, que eres honesto con lo que sabes y con lo que ignoras, que tienes la capacidad de sorprender, ya sea con una observación afilada, con una broma en el momento oportuno -ni antes ni después- o con una idea. La charla de Bibliofórum me puso en contacto con personas que podían estar interesadas en El Rey Trasgo -no lo estaban entonces, pero tenían el potencial de estarlo- y me dio un espacio y un micrófono para hacerles reflexionar, pensar o entretenerse durante una hora.
Suscitar interés sobre algo, sin pretenderlo, hablando indirectamente de ello.
No es la primera vez que me pasa.

¿Qué supone tener un micrófono delante? Es una oportunidad. Nada más. No es una garantía ni -como a veces parece- un favor que le estés haciendo a la organización, o al público, o al mundo. Es una oportunidad. ¿De qué? De cautivar. No necesariamente sobre tu obra. No, de cautivar con ideas. Sobre literatura, sobre la naturaleza humana, sobre historia, sobre sentimientos. Escribe de lo que sabes, habla de lo que sabes, y hazlo con pasión. Y si el lector percibe que parte de esas ideas están plasmadas en tu libro, puede que se interese por él. "Puede", "potencial", "posibilidad". Escribes sobre un género minoritario en un país quebrado, amigo. No hay nada seguro. No hay certezas, hay oportunidades. Tienes una hora por delante y un micrófono: aprovecha esa oportunidad. Sácale todo el partido. Haz soñar a los asistentes y quizá, solo quizás, estarán dispuestos a pagarte para que sigas haciéndoles soñar cuando ya te hayas marchado de la ciudad.

Y solo me queda dar las gracias. A Elena, por llevarnos, por ser un sol y por tomar nota de mis horribles frases de corte erótico-festivo para su próxima novela. A María, por ser todo un descubrimiento, su excelente conversación y sus Historias Médicas para No Dormir. A Jesús, al que deseo la mejor de las suertes en todo cuanto está emprendiendo. A Albo, por no darme un tortazo, por tardón. A Mamen, por ser al mismo tiempo brújula y navío. A Laura, por su compañía, por no dejar de sonreír. A Concha, por su apoyo y hacerme sentir entre amigos. A Antonio, por lo fácil que es crear una sinergia con él, por ser un monstruo creativo. A Carmen, por ser fuerte en un mundo que quiere que te rindas. A mi hermana, por acogerme, por estar construyendo su camino con tanta sensatez y cuidado. A todos los nuevos amigos que hice. A los asistentes al evento, comprasen un trasgo o un libro sobre básculas. A todos. Gracias.

miércoles, 8 de mayo de 2013

Las tierras del trasgo: Aesil

Aesil, por Óscar Pérez. Clic para ampliar.

Fue el sublime […] quien formuló la […] pregunta:
No es la vida sino […] entre infinita oscuridad,
¿A qué estudiar […] la vida […], tanto por saber de esa oscuridad?
[…] La muerte, el regreso […] a las tinieblas.
Durante años meditó en los desiertos de Aesil, habló […] el cielo y la tierra.
Alimentándose de […] y luz y palabras y pensamientos.
Vivió la muerte […], vivió el vacío. […] lágrimas sobre la roca yerma.
Cruzó los umbrales […] centinelas astados de tiempos antiguos ante sus pilares.
[…] sin miedo, deseoso de conocer la oscuridad […] la inocencia de un niño.
[…]
En sueños vio que la oscuridad no era completa, sino […] el cielo estrellado.
Luces distantes […]. Los muertos.
Allí aprendió palabras más poderosas que la magia, más que la adivinación.
Pronunciarlas le condenó. Aprendió que la muerte […]
[…]
Los mismos dioses pueden morir. Por eso piden nuestro favor […]
Ofrecen vida, poder […] Cuando mueren […] mueren también los dioses.
En la gran ciudad de Niva se quemó el templo con sus sacerdotes.
Hasta Raspeth llegaron los aullidos […], las rojas colinas de Gad.
[…] sangre de sacerdotisas y eunucos. Y el dios […] gritó con ellos.
Ardieron los tomos, los pergaminos, en la gran ciudad de Niva […]
“Mira, extranjero, las llamas lamiendo sus muros centenarios.”
“Mira cómo muere un dios.”
[…]
La sangre que fluye por el mundo […], que teje todas las cosas.
[…]
Del mismo modo que puede morir lo mortal, lo mortal […] eternamente.
[…] bálsamos y palabras, palabras de poder. […] los cuerpos.
Desoíd [...] que buscáis. 
Las palabras vacías de la nigromancia; no puede ser vida lo que no es sino servidumbre.
Las promesas vacías de la momificación; no puede ser vida lo que no es sino postración.
La [...] de la consciencia; no puede ser vida lo que [...] contemplación.
Nadar fuera de la oscuridad, como nadar fuera del caudaloso […]
Y regresar […]
[...]
Así habló el sublime […]
Así ha de ser.

Extracto de las tablas de Aesil.
Uno de los textos escritos más antiguos del continente, grabado en arcilla.
Los fragmentos que completarían el texto se han perdido para siempre.

lunes, 6 de mayo de 2013

Hablemos de ventas, éxitos y expectativas

Estas semanas han teniendo lugar Ferias del Libro en ciudades como Valencia, Sevilla o Barcelona —¡este fin de semana firmo en Sevilla con mi colega Laura S. B., detalles mañana!—, así que no dejo de leer comentarios sobre qué libros venden más y cuáles venden menos; pese a que se trata de un tema recurrente, este año la discusión sobre el tema transmite la impresión de que los nervios están a flor de piel y los ánimos, muy exaltados con respecto a un aspecto concreto de la discusión centrada en las ventas: si lo que vende tiene más calidad o menos, si está mejor escrito o peor. Llevaba tiempo queriendo comentar este asunto, así que voy a ello. De fondo suena Metallica, ladrando sobre gasolina que arde y nudillos como tenazas, entre otras cosas.

En primer lugar temo que si la cuestión está suscitando un debate tan encendido es, entre otras muchas cosas, por el colapso a cámara lenta en el que estamos metidos. La crisis, para entendernos. En los tiempos de bonanza, cuando todo el mundo tiene dinero en el bolsillo, miras arriba y ves a los superventas comiendo solomillo con guarnición; miras a tu plato, ves que tienes una hamburguesa relativamente apetecible y te das por satisfecho. «Podría ser peor», piensas. Pero en los tiempos de vacas flacas, cuando ves que el superventas sigue comiendo solomillo —esta vez no tiene guarnición y la carne parece un poco más tiesa pero qué coño, sigue siendo una buena pieza— mientras tú masticas un bichillo que has encontrado en la calle y que si le echas imaginación sabe a pollo, pues claro, brotan las sensibilidades. Y el autor de éxito que hace una década te parecía mediocre ahora te parece un elemento a extirpar del panorama literario. No es él el que se está cargando el mercado literario, me temo. Pero de ello ya hablaremos más adelante. En cualquier caso, el mercado del libro no es sino un espejo más de la situación que viene arrastrando Europa y, más concretamente, España: si la clase baja ha pasado a la miseria y la clase media se está convirtiendo paulatinamente en clase baja… ¿qué va a pasar con la “clase baja” de la literatura? Pues eso. Un colapso a cámara lenta, eso estamos viendo. Pero la metralla siempre alcanza a unos primero y a otros más tarde.

Dicho eso, antes de enfadarte porque no te comes una rosca y Fulano, que conoce media docena de adjetivos el día que le asalta la inspiración, y para de contar, o Mengano, que cogió un fenómeno estadounidense y lo reescribió en español, están montados en la pasta —asegúrate primero de que realmente sea así—, hazte una pregunta, ¿cuál es tu público objetivo? ¿Cuál es, y perdonad el anglicismo, tu target?

Quizá no pensaste en ello. Quizá te lanzaste al mercado literario con un proyecto que simplemente te gustaba, que era lo que te apetecía escribir, sin pensar en mercadotecnia ni públicos objetivos. ¡Ah, amigo! Pero del mismo modo que la muerte ya estaba ahí cuando el primer ser vivo respiró —gracias, Gaiman—, tu target ya te estaba esperando cuando tu libro llegó a las estanterías. Estaba ahí. Solo que no sabías que escribías para él.

Analiza tu propia obra. ¿Qué género trabajas? Bien, ya puedes empezar a circunscribirte a un ámbito. No, los lectores que saltan de género en género son la minoría. Yo he visto a señoras de edad retroceder cuando les decía que escribía género fantástico… del mismo modo que yo retrocedería cuando alguien me dijese que escribe romántica. ¿Prejuicios? Pues igual. ¿Comportamiento execrable? Tal vez. ¿Perspectivas de que vaya a cambiar? Pocas. Así que vive con ello o sigue enfadado, pero ten en cuenta que generalmente un lector lee tres, cuatro géneros. A lo sumo. Acepta que tu libro va a despertar en un porcentaje de la población el mismo interés que una patada en la boca.

Reacción general ante el autor de género fantástico.
Prueba, prueba a decir que haces «New Weird».

Bien, hemos aclarado el género. Sigamos con el lenguaje. ¿Cuántos libros lee tu público objetivo? Dicho de otro, ¿el lenguaje que utilizas será de gusto de un lector experimentado, o lo encontrará demasiado simple?, ¿será demasiado rebuscado para el lector ocasional, o será exactamente la fuente de relajación que necesita durante sus vacaciones en la playa? Si estás leyendo esto, seguramente consumas literatura como el inglés medio consume cerveza. Mírate con honestidad. ¿Tu lenguaje es complejo, tu vocabulario es amplio, tu nivel de auto-exigencia —si eres autor— es altísimo, obsesivo, casi?, ¿pasas horas buscando el modo exacto de transmitir un pensamiento, de escribir la metáfora perfecta, de plasmar una imagen con la nitidez de un cuadro clásico? Bien, pues lo que están haciendo esos esfuerzos es circunscribirte a un target capaz de percibir, valorar y admirar el trabajo que has puesto en ello. No todo el mundo puede. Y lo que es más importante, no todo el mundo quiere.

Así las cosas, partiendo de esos dos factores, ¿cuál es tu público objetivo? ¿Escribes novela histórica con un lenguaje accesible y tramas sencillas? Ey, puede que tengas un éxito entre manos, ¡puede gustar a mucha gente! ¿Escribes policíaca con un lenguaje coloquial, tratando asuntos no muy rebuscados? ¡Genial! Hay un gran mercado para ti. ¿Escribes fantasía, o terror, o ciencia ficción, y ayer por la tarde la dedicaste a reescribir un párrafo sobre el despertar de un personaje? Pues va a ser difícil, amigo mío. Va a ser muy, pero que muy difícil. Aprende dónde está tu meta y haz todo lo posible por rebasarla: exígete a ti mismo y aspira a pulverizar tus expectativas, a alcanzar la excelencia. Pero no te frustres si ves que el presentador de programas del corazón saca un libro y se levanta 100.000 copias la primera semana. Tu target cabe en un hotel. El suyo necesita varios estadios de fútbol. Tu target es especializado. El suyo es el gran público.

Toda esta gente está deseando leer tu libro de alta fantasía,
ciencia ficción hard o terror fosco. Claro que sí, campeón.

Hablando de lo cual, «¿cómo puedo llegar a ese gran público?», se preguntará alguno. Bien, hay que saber qué quiere y adónde tiende. Mira las películas más vistas. Los videojuegos más jugados. Los libros más leídos. La música más escuchada. Avatar, Call of Duty, las 50 sombras, David Guetta. ¿Empiezas a ver el patrón? Los productos de consumo no con complejos. Los productos de consumo no son rebuscados, profundos, desafiantes para el intelecto y las emociones. Si lo son, pues estupendo, todo el mundo gana. Pero eso no es lo que se le pide a un producto de consumo: se le pide que sea comercial. En el caso de un libro, eso se traduce en que tenga una portada bonita, una sinopsis que enganche, que tenga una estructura ágil y un lenguaje accesible para el 95% de la población. Anika Entre Libros posteó en su Facebook hace cosa de un año —no recuerdo el enlace, tendréis que fiaros de mí— una noticia que comentaba que un porcentaje de autores simplificaba el lenguaje de sus novelas para hacerlas más accesibles al gran público. Párrafos pequeños, capítulos breves, lenguaje sencillo, prosa accesible. El consumidor medio ve cuatro horas de tele al día, juega a videojuegos y seguramente tenga el lapso de atención más breve de la historia. ¿Vas a escribir para él? ¿No? Entonces no sufras si ves que no despegas y Dan Brown se lo lleva crudo. Carlos Sisí me descubrió una acertada cita, creo que precisamente de Dan Brown: ¿quieres vender un best-seller? Escribe un best-seller.

Un vistazo más cínico a esta cuestión la aporta Mr. Plinkett, el genial personaje creado por los chicos de Red Letter Media. Si no lo conocéis, Red Letter Media hace, entre otras cosas, videoreseñas —bajo el nombre de Half in the Bag— de películas: excelentes por su lucidez, capacidad de análisis y conocimiento del medio en el que se mueven, todo ello en un ambiente desenfadado y coloquial; una delicia. El personaje de Mr. Plinkett es un anciano borracho con tendencias homicidas que reseña películas con extraordinaria e inesperada lucidez, todo ello cubierto de un humor negro como obsidiana. En su reseña sobre Titanic, Mr. Plinkett hace el siguiente comentario sobre el gran público y los productos comerciales, que traduzco para los que no sepan inglés o no tengan ganas de ver el vídeo:

Humor socarrón, cruel, que mete el dedo en el ojo.
Abstenerse espíritus sensibles, frágiles o irritables.

“Aunque mi interés sobre la película recae en los aspectos técnicos e históricos, no creo que ese sea el caso para el 99% de los espectadores. Esta película duró un año entero en las pantallas y llenaba las salas día a día. ¿Por qué? No es porque Titanic tuviese unos personajes realistas y creíbles con conflictos emocionales. Esta es la conclusión de mi reseña sobre Titanic: la mayoría de la gente es simple y no quieren desafíos intelectuales o emocionales. Les gusta la familiaridad y tienden hacia lo seguro y cómodo.

»Titanic fue a lo seguro y prescindió de todo aquello que pudiese dar profundidad a los personajes. James Cameron no es un mal guionista, de hecho, puede que sea un jodido genio. […] Emociones con las que sentirnos identificados [Titanic], romances fantásticos [Crepúsculo], aventuras sencillas y emocionantes [Indiana Jones], acción y peligro en la ciencia ficción [La Guerra de las Galaxias] o emociones y risas fáciles: al fin y al cabo son películas, y es lo que la gente quiere; la habilidad de transportarse sin preocupación a un mundo de fantasía, lejos de tu trabajo diario en la oficina.

»Pero el éxito de una película no se basa solo en emociones y escapismo, este muchas veces se basa en su simplicidad […]. Si quieres que tu película tenga éxito, tienes que ir a por la media. […] Mira cuáles son las películas más exitosas de la historia […], lo excepcional es la excepción, amigos míos.

Últimamente, con el aparente boom del género fantástico, se habla de la importancia del escapismo: el escapismo del contexto es tan importante como el escapismo que proporciona una lectura fácil. El lector medio, que compra tres libros al año y uno de ellos es para regalo, se sumerge en un mundo de fantasía si le es fácil entrar en él. Si no, se queda fuera, en el cómodo regazo de E. L. James. ¿Quiero decir con esto que la calidad es totalmente irrelevante? No, y si piensas eso, no estás prestando atención a lo que digo. La calidad es bien recibida, incluso deseada, pero es como el pañuelo de un traje: un añadido interesante, pero un añadido al fin y al cabo, no el elemento central. La piedra angular es la comercialidad de un libro, venga esta del boca a boca porque está maravillosamente escrito, del renombre del autor, o de que el libro va a rebufo de la última moda.

¿Qué hay de Martin, o de Rothfuss, o de Abercrombie? Escriben género fantástico y venden miles y miles de ejemplares en todo el mundo. Echa una mirada objetiva, hazme el favor. En primer lugar, son anglosajones: mercado asentado que abarca el mundo entero, maquinaria comercial y de distribución colosal. ¿Hay de eso en España? Por otra parte, Martin, Rothfuss y Abercrombie son cojonudos. ¿Eres tú cojonudo? ¿Pero cojonudo en tu grupo de amigos, o cojonudo a nivel de Martin, Rothfuss, Abercrombie? Recuerda: mirada objetiva, por favor. Y el punto más importante: ¿cuántos Martin hay en el mundo? Uno. También hay un Abercrombie y un Rothfuss. ¿Cuántos autores pequeños hay por cada uno de ellos?, ¿cuántos autores que se mueven en el limbo de las mil copias? ¿Cientos? ¿Miles? ¿Cientos de miles? Volvemos al comentario de Mr. Plinkett: lo excepcional es la excepción.

Este señor publicó Juego de Tronos en 1998 y se hizo famoso en 2010-2011.
¿Tú quieres éxito y lo quieres YA? Claro que sí, campeón.

Dicho todo esto, hazte las siguientes preguntas, escribiendo como escribes, ¿cuál es tu público objetivo?, ¿eres lo bastante bueno para rebasar esa barrera, para que la señora adicta a Sálvame coja tu libro de terror psicológico en un mundo de ciencia ficción, o para triunfar en el extranjero?, ¿es tu lenguaje asequible para el gran público? Hazte esas preguntas y contéstalas con honestidad. ¿Quieres vender a saco? Escribe un calco de las 50 sombras y llévate un porcentaje de las lectoras de la original. O mejor todavía, adelántate, antícipate a la próxima moda y súbete al tren cuando acaba de salir de la estación. Compra reseñas. Pon una figura histórica en la portada, o una referencia religiosa, o una esvástica. Ah, ¿que no es lo que quieres? ¿Que quieres escribir a tu estilo, mimando cada frase hasta convertirla en un tarro de esencias, y que el boca a boca te lleve a romper las barreras del género, a llegar al gran público, a cautivarlo con tu prosa, a vender cientos de miles de ejemplares? ¿Y a venderlos ya, no dentro de diez años? Claro, ¿quiere algo más el señor? ¿Un puro, quizá, una copa de scotch? Si quieres vender un best-seller, escribe un best-seller. Los ingredientes están ahí, tienes a los Top 10 de ventas manejándolos delante de tus narices: no hay secretos y el camino está hasta señalizado. ¿Quieres vender a saco? Escribe algo destinado a vender a saco. Y si no es tal fácil, si resulta que conectar con el lector es más jodido de lo que esperabas, si resulta que no basta con reducir la extensión de tus capítulos y simplificar el lenguaje… Bueno, ¿recuerdas lo que decía de los cientos de miles de autores que hay por cada Abercrombie? Bienvenido al club. Hay ponche en la mesa de la izquierda.

¿Y qué hay de mí? Lo he dicho varias veces. Soy un autor novel que cultiva un género minoritario en un país donde la lectura está polarizada —unos pocos leen como si les fuese la vida en ello, un amplio porcentaje no lee—, en medio de una crisis que nos lleva con el pie firmemente apretado contra el acelerador hacia la Yugoslavización. A veces, como a todos, se me olvida. Y a veces hasta me cabreo conmigo mismo. Pero trato de no perder de vista lo que soy, lo que escribo, mi público objetivo, y mi propia calidad literaria. Mírate a ti mismo y a tu producto con honestidad. Quizá no vendes porque tu libro solo puede disfrutarlo ese pequeño porcentaje que devora literatura. Quizá no trabajas los canales adecuados. O quizá, lisa y llanamente, no eres tan bueno.
Sí, así funciona la cosa. Manel Fontdevilla, dando en el clavo.

Una vez le comenté a Jesús Cañadas que ser autor español es como seleccionar el modo de dificultad más alto de un videojuego: sabes que llegar lejos es muy, muy improbable, así que te diviertes comprobando hasta dónde llegas, tratando de disfrutar de la experiencia. Sed conscientes de vuestra elección literaria y disfrutad de ella. O cambiad de barco, publicad un best-seller y haceros ricos. Pero no os hagáis mala sangre, que nunca sabéis, si las leyendas son ciertas, quién se la llegará a beber.