martes, 2 de mayo de 2017

Grimdark, o la aceptación de la derrota

A medida que la sociedad occidental se adentraba en el turbulento S.XXI, marcado casi desde su nacimiento por la sed de venganza, el miedo paranoide y una creciente sensación de incertidumbre, hemos pasado de hacer de la fantasía algo que introduce una cuña en la realidad, una diferencia en la realidad, que plantea alternativas, propuestas e incluso, por infantil que resulte, escapismo, a dejar que la fantasía se impregne de realidad, a buscar activamente una fantasía más próxima, más “realista”. Pero, ¿qué entendemos por “realista”? ¿Qué entendemos, de hecho, por “realidad”? ¿Podemos abarcarla en su totalidad, podemos siquiera definir sus contornos con precisión? Por lo tanto, cuando decimos que sub-géneros como el grimdark tienen “más realidad”, ¿de qué hablamos exactamente?
La famosa máxima de Lyotard plantea que vivimos en un tiempo de máxima incredulidad frente a los grandes relatos, a los que el filósofo da por cerrados o, por decirlo en un término más crudo, por muertos. Lyotard empleaba la expresión “grandes relatos” para referirse fundamentalmente al marxismo, la única alternativa viable al sistema capitalista durante el S.XX. Con la caída del Muro y la hegemonía del capitalismo, vestido con el traje neoliberal, se dan por clausuradas las alternativas sociopolíticas: se asume la muerte de los relatos, la llegada de una nueva, global y definitiva hegemonía, de la cual gestionar sus diferencias identitarias y culturales, sus mecanismos técnicos y económicos, mediante la labor no de políticos sino de tecnócratas. Fukuyama clavetea la tapa del ataúd afirmando nada menos que el fin de la Historia.
Vivimos por tanto en un tiempo en el que no se contempla la existencia de alternativas. Como plantea Jameson, la ubicuidad de las películas referidas al apocalipsis y su prevalencia por encima de las historias utópicas tiene un motivo: es más fácil imaginar el fin del mundo que un mundo sin capitalismo. Sin embargo, dentro de la incredulidad presentada por Lyotard se da una credulidad absoluta: la del relato apocalíptico, del agotamiento y la catástrofe, la del dirigirse aceleradamente hacia el colapso, en una suerte de paso de la condición posmoderna a la condición póstuma que plantea Garcés. ¿Dónde ha quedado la tan repetida incredulidad, esa supuesta apertura de posibilidades, ese horizonte inabarcable en el que construir la subjetividad?
Esta aceptación crédula, dócil, de la hegemonía capitalista, esta derrota admitida en la elaboración de cualquier relato, se ha extendido a una aceptación igualmente crédula e igualmente dócil con respecto a la naturaleza humana. El capitalismo siempre ha gustado de presentar al ser humano en su faceta depredadora, defendiendo el potencial productivo de un supuesto núcleo animal, cruel, competitivo, amoral y nihilista en el interior del ser humano. Desde los yuppies de los años 80 a los paramilitares de los 90, desde los terroristas de principios de milenio a los gobiernos que declaran guerras, asesinan a supuestos narcotraficantes o reciben a palos a los refugiados, se ha construido una retórica acción-respuesta de la violencia, una necropolítica, basada en justificar la acción violenta no por su potencial revolucionario, sino precisamente para lo contrario: para asegurar la pervivencia del sistema, para garantizar que las cosas se mantienen como están, en nombre no del cambio radical o de la subjetividad, sino de la repetición acumulativa, la aceptación pasiva de una maldad nuclear que debe aceptarse, gestionarse para el beneficio propio o, incluso, admirarse.
La admiración de la violencia estructural es inherente al discurso capitalista. El capitalismo no abomina de la violencia fascista, del abuso totalitario, del dominio absoluto: echa mano de él en periodos de crisis. La retórica trumpiana, que celebra sin tapujos las acciones más duras de Duterte o Erdogan, con el beneplácito del Partido Republicano y de un porcentaje casi total del electorado, no es más que la forma visible de la admiración de la dureza, de la celebración de la brutalidad, en cuanto acoge la violencia intrínseca en el ser humano y la emplea de forma resuelta, indiscriminada. Hasta la violencia contra las mujeres, como en la vergonzosa grabación de Access Hollywood, se viste de informar cháchara de gimnasio, se ve como algo tolerable. El “fuck your feelings” de la ultraderecha estadounidense es el insulto nihilista de quien quiere mantener la violencia estructural y ataca a quien la rechaza, tachando su indignación de blandura.
El grimdark se inscribe en esta aceptación pasiva de la violencia. En realidad no es un género particularmente afirmativo. Se asume la violencia general, la corrupción, la violación. No se reacciona ante ello. Se consideran, todas ellas, constitutivas de la naturaleza humana y de las sociedades que puede llegar a creer. Del mismo modo que el sujeto de rendimiento contemporáneo acepta la corrupción, la destrucción del medio ambiente, la mentira política o la violencia, el grimdark asume como natural la violencia que retrata y en la que se recrea. Responde a la crítica con una defensa predecible: solo está llevando la realidad a la fantasía. ¿Qué parte de la realidad, exactamente? ¿Qué forma de ver la realidad? Y lo que es más importante: ¿qué forma de encarar la realidad?
El grimdark traslada a las páginas de la fantasía la aceptación pasiva y nihilista de la violencia. Cuando se combate, cuando se lucha, no se hace desde los valores o la moral: se hace desde el beneficio del mercenario, el desengaño del antihéroe, la obligación del explotado, la credulidad del ingenuo listo para morir o para ver sus ilusiones hechas añicos. Los valores se consideran herramientas, en el mejor de los casos, o molestos lastres, en el peor, del mismo modo que los relatos, las reivindicaciones, se ven como algo superfluo, ingenuo. Medios de protesta legítimos, como la manifestación o la huelga, son descartados en la vida real con el mismo desdén con el que valores afirmativos, como el coraje o la amabilidad, son desdeñados en el grimdark. Se ha trasladado algo a la fantasía, efectivamente.
Hay algo profundamente dócil en todo esto. Una lectura de Debord nos pone sobre aviso con respecto al nihilismo, al desdén frente a los proyectos políticos alternativos, al cinismo del descreído: no son, como podía parecer, construcciones propias. El nihilista que desprecia lo bello, lo valioso, es realmente el menos librepensador. Es el que ha asimilado hasta el tuétano un discurso altamente ideologizado, construido intencionadamente, el pensamiento del capitalismo en su fase avanzada como lo caracteriza Jameson. El cínico desdeñoso es el más bajo de los esclavos, el esclavo doméstico al que señalaba acusador Malcolm X, que ve la casa del esclavista y afirma: “qué casa más bonita tenemos, señor”. El esclavo doméstico al menos celebraba la belleza de la casa colonial. El esclavo doméstico actual se conforma con su miseria, se encoge de hombros ante la injusticia, asume como inevitable la maldad, acusa de idealista, de inocente o de iluso al revolucionario, al constructor de alternativas, al que reivindica, protesta y lucha.
Durante años se acusó al género fantástico de ser una serie de fantasías de poder masculino: conquista, sexualidad normativa, combate, sangre y aventura. En la actualidad, el personaje nihilista y cínico es la proyección contemporánea, la fantasía de poder actual: la del esclavo doméstico ideologizado que se considera distinto por abrazar su nihilismo más que nadie, auto-denominado “lobo solitario” (¡qué expresión tan manida, tan pesada, tan desagradablemente olorosa!), que encuentra acomodo a sus medios en sus fines. El defensor del género literario aquí criticado expondrá que en la fantasía tradicional se revestían los mismos objetivos egoístas de ética rimbombante, lo cual resultaba aún más pernicioso. Aún siendo así (la situación acepta muchos más matices, pero aceptemos la simplificación por mor del argumento), en la actualidad también se viste el egoísmo de otro disfraz, el disfraz que niega ser disfraz, disfraz de no-disfraz: el héroe viste su violencia de moral; el antihéroe grimdark viste su violencia de resignación.
Donde hay violencia, no podía faltar machismo. La mujer no es valorada en cuanto mujer, sino en la medida en que actúa como hombre. Es valorada cuando mata, cuando violenta, cuando agrede, cuando reproduce conductas asociadas a la masculinidad (beber, maldecir), cuando es promiscua. Del mismo modo que una mujer con pantalones es aceptada pero no un hombre con maquillaje, que la mujer adopte elementos típicamente masculinos es positivo, mientras lo femenino sigue siendo rechazado doblemente, por femenino y por inútil en un mundo construido sobre unos cimientos masculinos. La mujer vale como guerrera, madre o prostituta. Hasta la presencia de homosexualidad se salpica en seguida de violencia, de agresividad, como si solo se tolerase al gay híper-masculino.
La violación es un tema sumamente tratado, y el lector interesado en esta cuestión encontrará fácilmente perspectivas feministas muy relevantes a este respecto. La violación queda presentada como habitual. Como inevitable. La violación para provocar la ira del personaje protagonista, que se lanza hacia el villano con celo vengador, en una retorcida y estomagante versión del relato de la doncella en apuros y el caballero de brillante armadura. La violación como parte constitutiva del relato. La banalización de la violencia de la que hablaba Arendt es ahora la banalización de la violación. La mujer como cosa consumible en un mundo de hombres, como objeto a merced de un mundo construido en torno a la cultura de la violación.
Este mundo oscuro, violento y corrupto no se presenta como contexto a cambiar con urgencia, sino como una suerte de eternidad: del mismo modo que se ha perdido la narratividad del tiempo, que ya no hay una teleología, tampoco parece haberla en este sub-género de la fantasía. Por supuesto que la violencia siempre ha formado parte de la historia, pero la aceptación pasiva de la violencia es un invento muy moderno, o fruto de una lectura muy sesgada y muy ideologizada de lo posmoderno. Sin embargo, en estos libros se erige en elemento central de la temporalidad: siempre se ha percibido de la misma manera, y el encogimiento de hombros ante la carnicería se extiende siglos atrás, como se plantea que se seguirá extendiendo siglos en el futuro.
No hay sitio para la utopía, para la alternativa. El grimdark es la inoculación de la derrota en la fantasía, del nihilismo que hace el juego al capitalismo hegemónico, planteando la miseria, el horror y la violencia ni siquiera como la menos mala de las opciones, sino como el único mundo posible. ¿Y esta, la nuestra, es la sociedad descreída que supuestamente rechaza dogmatismos? ¡Pero si ese es el más burdo de los dogmatismos, la más grande de las pastillas ideológicas que nos hemos tragado colectivamente!
La fantasía debe recuperar su condición de alternativa, su apertura, ser horizonte de posibilidades, de opciones, de ideas, de utopías. La fantasía puede y debe introducir la diferencia constructiva, la reivindicación de aquello que merece ser conservado, porque también esta idea miope de que todo debe ser destruido es asumir que es preferible la muerte al cambio; que o esto, o el abismo. La fantasía puede acoger en su seno una infinidad de visiones, de propuestas dadoras de sentido. Puede participar de la verdad. Aceptar pasivamente el mensaje derrotista del nihilismo tardo capitalista es admitir la claudicación de toda posibilidad, aceptar no una realidad dura, sino un relato falaz, mentiroso, interesado y guiado ideológicamente: que el ser humano no es más que un depredador entregado a la competición, la productividad, la amoralidad y la satisfacción inmediata del deseo.
Es importante repetir este punto: no puede definirse como escéptico ante todo relato quien considere verdaderos los planteamientos antes mencionados. Creerlos y construir una visión del mundo a partir de ellos es un relato, de hecho es “el relato”. En las inmejorables palabras de Marina Garcés, hay que hallar la incredulidad dentro de la credulidad. Hay que abrirse a la alteridad, pues en ella se encuentra la alternativa. Hay que plantar cara a un relato que nos hace agachar la cabeza, pues fantasía es posibilidad, y lo que se busca este discurso hegemónico es que renunciemos a toda posibilidad. Si decidimos hacerlo, si damos por perdida toda alternativa, entonces tal vez sí sea ese, y solo ese, el momento de abrazar el más completo de los nihilismos, aceptar la derrota y la nada que la acompaña.

miércoles, 19 de abril de 2017

Trasgos en la 52 Fira del Llibre

Este sábado 22 de abril estaré en Valencia, en la Fira del Llibre. El plan a lo largo del día es el siguiente:
  • De 12:30 a 13:50 celebraremos el quinto aniversario de Kelonia. Si me da por ponerme nostálgico, hablaré de tiempos pasados y de por qué no fueron ni mejores ni peores, sino distintos.
  • De 18:00 a 19:00 hablaré de fantasía con Josué Ramos y Sergio R. Alarte, con Montse N. Ríos como moderadora. La charla girará en torno a varios temas y obras, como es de esperar, pero mi intención es centrar mis intervenciones en las posibilidades del género fantástico como apertura y anti-domesticación, dentro de sí misma y en el panorama literario general. Si se da la oportunidad, también dejaré caer algunos detalles de la tercera parte de la saga, que se publicará este año.
  • De 19:00 a 21:00 estaré firmando libros. Habrá ejemplares de la segunda edición de La ciudadela y la montaña. ¡Son nuevos, así que olerán muy bien!
Os espero. Hay ganas.

jueves, 6 de abril de 2017

Segunda edición de «La ciudadela y la montaña»

Me alegra mucho anunciar que La ciudadela y la montaña, primera entrega de la saga y publicada hace cinco años, ha llegado a su segunda edición. Esta nueva hornada incluirá el detalle en la portada, así como el mapa del continente que se publicó en Títeres de sangre y la biografía de Barb Hernández, la artista que ha dado rostro e identidad a la saga. Cada vez aprecio y valoro más el papel constitutivo e irreemplazable que las tintas de Barb han supuesto para el trasgo, cómo su trabajo ha ayudado a configurar en el imaginario de los lectores de fantasía lo que es, lo que representa y significa, aquello que lo hace ser lo que es.



Sabía desde el nacimiento de La ciudadela y la montaña que el objetivo de la segunda edición era ambicioso. No queríamos, ni por parte de la editorial ni por la mía, fijar una cifra que nos permitiese sacar a pasear ese codiciado número dos a la mayor brevedad: sería un gesto vacío, un aplauso inmerecido a nosotros mismos, una farsa. «Ya que nuestros medios no son extraordinarios», parecíamos convenir, aún sin haberlo verbalizado, «vamos a hacer lo que hacemos con dignidad». Por ello, ahora que hemos llegado a esa meta nos sentimos muy felices, y queríamos compartir esta alegría con vosotros.

En entradas anteriores y en muchas ocasiones he comentado, y a riesgo de ser pesado me gustaría reiterarlo, que no encuentro palabras para agradecer vuestro interés por la saga. Los libros venden poco, los libros de fantasía venden muy poco, y los libros de fantasía de editoriales pequeñas sin fantasía de poder masculina derramando sangre y semilla a su paso por las páginas venden muy, pero que muy poco. A ello hay que sumar quien escribe, que en este caso es un terrible handicap. Me gusta la intimidad, el recogimiento y hacer poco ruido, me agota hacer cualquier tipo de promoción, el mundo editorial siempre ha tenido para mí algo de alienígena, de hostil.

Y sin embargo, hasta aquí habéis llevado el reino. Es vuestro, ¿sabéis? Un mundo no es de quien lo crea sino de quien lo habita. Vuestro es el reino. Gracias.

Por otra parte Barb, Carmen, Sergio y yo ya estamos trabajando en la edición de la tercera entrega, Para que la noche no nos alcance. Estamos planeando algunas cosas interesantes, que actualizaré conforme las vayamos concluyendo... tenemos muchas, muchas ganas de compartirlas con vosotros. En cuanto haya fechas definitivas, actualizaré el blog como merece. Hasta entonces, nos vemos por aquí.



martes, 27 de septiembre de 2016

Cien ciudadelas y cien montañas

Vale, esto me hace ilusión.
La Ciudadela y la Montaña, la primera entrega de El Rey Trasgo, nacida hace -socorro- algo más de cuatro años, ha recibido su centésima valoración en GoodReads, una red social de lecturas que no puedo dejar de recomendar y gracias a la cual he descubierto muchos libros y a muchas personas a las que seguir la pista.
He hablado en algunas ocasiones de lo que para mí significa que los lectores mantengáis viva una historia a la que cada año que pasa miro no con ese desdén con el que a veces se habla de las obras primerizas, sino con un creciente aprecio y respeto. No consigo ver esta cifra como algo banal o irrelevante. Vale mucho y quería compartir mi alegría.

Si quienes me leéis estáis en GoodReads y queréis dejar vuestra opinión aprovechando la circunstancia, pues sería estupendo. Y en cualquier caso: gracias.
Nos vemos en el camino.

martes, 30 de agosto de 2016

Iniciativa: En octubre, más libros escritos por mujeres

Gracias a Twitter he descubierto y me he sumado a la iniciativa #LeoAutorasOct, que promueve la lectura de obras firmadas por mujeres durante el mes de octubre.

Aunque todavía queda tiempo para ello ya hay un buen número de personas apuntadas, un grupo de GoodReads centrado en autoras de género fantástico -en el que se intercambian recomendaciones y se comentan los libros leídos- y parece que hay un blog en marcha.

Ni qué decir tiene que se trata de una iniciativa a la que animo a participar: no solo supone descubrir obras, autoras y perspectivas nuevas, sino que hay algo realmente constructivo en toda propuesta destinada a reducir diferencias estructurales.

Por mi parte, quiero que abarque los meses de septiembre y octubre. Dado que en breve comienzo un máster y que la bibliografía básica es fundamentalmente masculina, lo que haré será leer un libro de autoría femenina por cada libro firmado por un hombre.

Estoy confeccionando una lista, hoja de Excel mediante, con las recomendaciones de una buena amiga, las que me ha indicado en Twitter el usuario Khardan Wiggin y aquellos libros que llevaban un tiempo despertando mi interés. Entre las obras que quiero abordar se cuentan las siguientes:

Títeres de la magia (Iria G. Parente y Selene M. Pascual), Calibán y la bruja (Silvia Feredici), Solterona (Keit Bolick), When things fall apart (Pema Chödron), Las olas (Virginia Woolf), La muerte del corazón (Elisabeth Bowen), Teoría King Kong (Virginie Despentes), Brujas, sapos y aquelarres (Pilar Pedraza), Undoing gender (Judith Butler), Xenogenesis (Octavia Butler), Diario de una vagabunda (Fumiko Hayashi) y Una autobiografía (Assata Shakur). También se impone un repaso a los premios Locus y Nébula, siguiendo las recomendaciones de Khardan, para respetar las raíces de literatura de género (ciencia ficción, fantasía...) de la iniciativa.

Así que hay un poco de todo: ensayo, autobiografía, novela... Un buen comienzo. Si se os ocurre alguna recomendación me encantaría que me dejaseis un comentario y si os apetece seguir lo que voy leyendo durante estos dos meses, anotaré todas las valoraciones en mi perfil de GoodReads. Para seguir de cerca la iniciativa, podéis hacerlo en estas direcciones (gracias al usuario Emilio_FK)Fábulas estelaresDonde acaba el infinito y A través del espejo.

jueves, 17 de diciembre de 2015

Vuelvo

Bueno, al menos la casa está tal como la dejé.

Summoning - Flammifer

Pasemos a las preguntas, que el café ya está hecho. Denso y oscuro, como tinta.

¿Dónde has estado?
Por ahí, dando una vuelta.

Vamos a lo que importa, ¿habrá tercera entrega del trasgo?
Sí. Estoy trabajando en ella. Me está llevando mucho tiempo y necesita paciencia.

¿Paciencia? ¡Publicaste Títeres hace tres años!
He empezado con ella hace unos meses. Tardé nueve en escribir Títeres. Esta llevará más tiempo.

¿Por qué?
Por los temas que quiero tratar y cómo quiero tratarlos. Cuestión de auto-exigencia, también.

Si fueses tan auto-exigente, habrías publicado en este tiempo.
¿Ves? Ya te has quedado sin pastas para mojar.

¿Cómo se va a llamar?
Quiero que se llame 'Para que la noche no nos alcance'.

Nos gusta ponernos intensos, ¿eh?
Sí. Como he leído por ahí, del optimismo también se sale.

¿No estabas escribiendo otra cosa?
Aparcada hasta nueva orden. Hay que centrarse.

¿Vas a actualizar la página de reseñas de la web?
Claro. Ha habido muchas y muy buenas reseñas. Tendrán su sitio y mi agradecimiento.

¿Vas a actualizar el blog?
Sí. Empezaré con un repaso a las lecturas de 2015, lo bueno y lo malo.

Vaya, qué original.
Nada de lo que hago es original. ¿A qué viene sorprenderse a estas alturas?

¿Qué estás leyendo últimamente?
Mucha filosofía, mucho ensayo y algo de novela mientras tanto.

¿Y ahora?
Estoy preparándome para abordar a Kant y leyendo Semper Dolens, de Ramón Andrés.

¿Semper Dolens? Otra intensada.
Un respeto. Ramón Andrés tiene la casa llena de estanterías y un telescopio en su cuarto.

¡Qué casa tan bonita!
Te lo dije. Pues el libro es de lo mejor del año. Ya escribiré sobre él.

¿Dónde puedo encontrarte?
Tengo una cuenta en Twitter y otra en GoodReads.

He visto tu Twitter, no es más que un montón de fotos de páginas subrayadas.
¿Qué puedo decir? Leo todo lo que puedo y me gusta compartirlo.

¿Cuándo volverás por aquí?
Quiero publicar la primera entrada, con el repaso de 2015, el lunes.

¿Eres consciente de que llevas un rato hablando solo?
Perfectamente.

lunes, 3 de febrero de 2014

Batería de novedades de Febrero

Febrero ha empezado movido y con muchas cosas que contar. Vamos allá sin demora.


Iria Parente -amiga, fuente de risas, lectora cero, bloguera, próxima vecina en las más altas montañas y futura editora implacable que os hará sentir como Paris bendecido cuando acepte incluir vuestros manuscritos en los planes de la compañía que capitanee- ha subido una videoreseña de El Rey Trasgo, comentando brevemente sus impresiones de la primera parte y analizando Títeres de Sangre. ¿Su veredicto? Sobresaliente. Un trabajo que supera al primero en muchos aspectos y que deja ese regusto amargo propio de las historias tristes. Así que yo, feliz. Hacedme el favor y seguidla de cerca si os interesa la literatura, ya sea la juvenil -en la que se especializa- o en la general.


Yo, madafackas! Barb Hernández revela los entresijos de cómo se forjó el equipo creativo que ha hecho del trasgo lo que es, allá cuando el mundo era joven y las montañas eran muy altas. ¿Cómo hemos pasado de tantearnos con el palo de la cordialidad a comunicarnos en base a distintas modulaciones de gritos? ¿Es verdad eso de que ha sido nombrada Suma Guardiana de los Spoilers y que ya tiene pensadas las portadas de las tres entregas restantes de la saga? ¿Cómo reacciona un autor cuando su portadista le dice "me da igual lo que pienses, El Cuervo va a ser portada"? ¿Qué hacéis leyendo esto aún? ¡Al vídeo, manada, al vídeo, que ahí está todo lo bueno! Luego ya si eso volvéis.

Los chicos de Luces en el Horizonte me hicieron una entrevista en la que hablamos sobre planes de futuro, qué me pareció el mapa de Pablo Uría para Títeres de Sangre y que estoy escribiendo ahora mismo. No, no está relacionado con el universo del trasgo. No, no tardaré en volver... Pero el cuerpo me pide otra cosa. Algo más metálico, mugriento y familiar. Yo ya me entiendo. También hablan de Accept y de "Atrapado en el tiempo", así que os invito a escuchar el programa entero.


Aquí sí que hay para rato. Para MUCHO rato, pero MUY divertido. El Búnker Z me invitó a coger el hatillo y pasarme por su pequeño reducto de supervivencia en el yermo: me ofrecieron comentar cosas acerca de Frank Miller y yo no podía declinar una oportunidad así. Hacemos un pedazo de repaso a la obra de Miller, desde Daredevil y la influencia oscura que dejó en el personaje a Sin City, esa novela de caballería moderna en la que los pistolones sustituyen a las lanzas y el dragón malvado sigue acumulando oro, lleno de codicia. También hablamos de DK, DK2, 300 y esa basura infecta llamada Holy Terror. Agradecido, además de al equipo del Búnker, a Chema de la Fuente por darme pie a tantos comentarios y hacer que la conversación fuese tan amena y entretenida: da gusto charlar con alguien que pilota de lo que habla. En la entrevista propiamente dicha hablamos de cómo nació el mundo del trasgo, las nacionalidades que lo pueblan, romper héroes y manchar la luz. Todo muy bonito. Animaos: Ángel y Sara trabajan mucho para sacar adelante un programa de radio variado y entretenido y merecen orejas que los escuchen.

En este último mes ha habido dos reseñas que me han hecho mucha ilusión, por venir de Chema Mansilla -que se compró El Rey Trasgo sin tener ninguna expectativa y ahora se declara banderizo de la saga, cosa que no podría hacerme sentir más orgulloso- y otra es de Athman M. Charles, gurú de la blogosfera literaria y editor de La Pastilla Roja. Ambos están de acuerdo en que Títeres de Sangre confirma y supera las impresiones de la primera entrega de la saga, con un estilo más ágil y una historia que se sigue disfrutando. Podéis encontrar enlaces a ambas reseñas en la sección de reseñas: echadles un vistazo si aún os estáis planteando el entrar en el reino más tenebroso a este lado de la fantasía.

Próximamente subiré una crónica de la presentación en Manhattan Cómics, donde los trasgos conquistaron todo lo conquistable con la colaboración de las espadas locales. ¡Hasta pronto!

jueves, 2 de enero de 2014

Diez películas que me hicieron "crack" en la cabeza

Como soy muy original a la hora de poner títulos, esta es mi lista de películas que me hicieron "crack" en la cabeza. No son necesariamente mis películas favoritas -aunque algunas de ellas lo son-, ni las películas que veo una y otra vez. Simplemente son... Bueno, eso. Películas que cambiaron algo. Películas que dejaron algo, que trastocaron algo que encontraron, que conectaron conmigo. Casi todas influyeron en mayor o menor medida en El Rey Trasgo, así que quiero compartirlas con vosotros. Coged algo de beber, que hay para rato.


PAPRIKA (JAPÓN, 2006)

Aunque Paprika es difícil de describir en su conjunto, es fácil alabar los retales que la componen. Su estética es un espectáculo de color y referencias, un lujo tanto para la vista como para el oído -cortesía de una banda sonora imposible de olvidar cuyo papel en la película es clave-. Su trama, asequible a la vez que valiente por abordar una historia polifacética desde una perspectiva compleja -que no complicada- mezcla lo real y lo onírico con elegancia. Su protagonista ejerce una atracción que no está basada en el físico o en lo sexual, sino en el halo de misterio que la envuelve y en su actitud, elementos que fueron claves -no sé hasta que punto conscientes o inconscientes- en la creación de Naié. Naié es alguien a quien quieres tener cerca no porque ponga tus hormonas a hervir, sino porque estás deseando cogerla de la mano y descubrir el mundo a su lado, contagiándote de su espíritu. Si escribes un personaje femenino y el único motivo por el que atrae a quienes le rodean es su físico... cierra inmediatamente el procesador de textos, cambia el tipo de ocio que consumes y conoce gente. Es una orden.

Lo onírico es un tema que me cautiva como autor y en lo personal. No, no voy a interpretar el sueño que tuviste anoche. Quiero decir que cuando el tema se aborda con madurez y creatividad en el formato que sea, me dirijo hacia dicho producto como una polilla a la luz. Me temo que es algo que se nota mucho en la magia de El Rey Trasgo. Tenía claro que en la saga utilizar magia no iba a ser tan sencillo como chasquear los dedos y lanzar una bola de fuego. Por el contrario, se trata de un proceso trabajoso y lleno de peligros, por el cual el hechicero -con ayuda de varios asistentes- accede a un universo inmaterial conocido como el Reino Velado, poblado por criaturas imposibles y regido por leyes muy diferentes a las del mundo real. El hechicero roba -sí, roba- magia de este lugar y la transporta al mundo de los humanos, donde ha de darle un uso rápido a riesgo de que dicha energía lo arrastre consigo a su regreso a la fuente.


Aquí viene la particularidad: el Reino Velado no tiene una única apariencia, sino que para cada mago adopta un aspecto distinto, generalmente relacionado con su propia historia. Algunos llegan a un espigón cercano al mar, con una ciudad de arena al fondo. Otros regresan a la casa en la que se criaron. Entrar y salir de él es como entrar y salir del sueño: lo que en el Reino Velado parecen horas en el mundo real son segundos. Así, cuando los hechiceros de la saga se adentran en este mundo, ¿no estarán en realidad zambulléndose en el laberinto de recuerdos de su propia mente, buceando en su pasado a través de imágenes distorsionadas sacadas de su experiencia, de evocaciones inconexas? ¿No estarán extrayendo magia de sí mismos, de entre los pliegues de la psique? ¿Y yo qué sé? Solo soy el autor.



BEGOTTEN (EE.UU., 1991)

Begotten es una cinta horripilante, experimental, que horroriza con una violencia a caballo entre lo explícito y lo simbólico. El motivo por el que la película resulta tan perturbadora es el mismo por el que tememos a la oscuridad: porque nada que se nos ponga ante los ojos será tan aterrador como aquello que nuestra imaginación crea. Alexander Páez definió adecuadamente la estética de Begotten como un largo y macabro test de Rorschach en el que la interpretación no ya del argumento, sino de qué está ocurriendo en la pantalla, queda en manos del espectador. El grano de la imagen, el uso del blanco y negro, la ausencia de música y de efectos de sonido -salvo por unos rudimentarios gruñidos, ruidos primitivos y un irritante cantar de grillos- crean una atmósfera de desolación, de incomodidad. El miedo que inspira Begotten no es ni el miedo basado en sustos ni en la casquería -aunque haga uso de ella-: es un miedo difícil de describir, basado en la sensación permanente de alerta, de horror.

Una de las primeras impresiones al ver la película fue "Goya podría haber imaginado esto". Cámara en mano, el zaragozano bien podría haber dado nueva forma a sus pinturas negras transformándolas en esta pesadilla. Begotten también hace un uso abundante de los símbolos, con hincapié en el paganismo: desde la concepción de Dios como criatura mortal a la creación del ser humano, pasando por el uso ritual de la carne y la sangre. Quedé muy impresionado al descubrir que los nómadas de Begotten introducen pedazos de carne humana en los recovecos de una montaña: si habéis leído La Ciudadela y la Montaña, sabréis por qué. Vi la película después de la primera novela pero antes de terminar la segunda y creo que influyó positivamente a la hora de añadir un "extra" de oscuridad a algunas secuencias, particularmente a las que transcurren en el mundo de la magia, el Reino Velado. Si bien no proporcionó ningún elemento en particular, sí me dio ideas de cara a formar una atmósfera y confirmó mi deseo de hacer de El Rey Trasgo una saga cada vez más opresiva y angustiosa, en la que la negrura gane terreno con cada capítulo.

Begotten puede no gustarte. De hecho, puedes aborrecerla. No está hecha para todos los públicos, ni mucho menos. Con esto no quiero sugerir la ridícula pedantería de que solo unas mentes preclaras la pueden disfrutar: quiero decir que su estética, ritmo, tono y características, tan particulares todos ellos, tan únicos, tan -seamos claros- raros, no son plato de fácil digestión. "Repulsiva", "confusa" o "aburrida" son algunos de los adjetivos que he oído para referirse a ella. Sin embargo, a mí me cautivó por su estética y el uso que hacía de ella para impactar y, al mismo tiempo, relatar. Reafirmó mi deseo de contar historias en las que la atmósfera tenga un peso específico, tan importante como el de la caracterización de los personajes o la complejidad de la trama. Acercaos bajo vuestra propia responsabilidad, con la mente abierta, el estómago preparado y las luces apagadas. Begotten va a sujetaros de las sienes y haceros testigos del espanto.


PARQUE JURÁSICO (EE.UU., 1993)

Si tienes mi edad, flipaste con Parque Jurásico. Por supuesto, estamos en Internet, donde a los nueve años todo el mundo devoraba a Kierkegaard y quedaba con los amigos para interpretar el significado de Cabeza Borradora, así que habrá quien tenga el cuajo de negarlo. Pero yo lo diré bien alto: aluciné con estas dos horas de cine espectacular, palomitero y cargado de efectos especiales. No fue ni por unos personajes simples e irritantes, ni por una trama con agujeros por los que cabe un triceratops, ni por unos diálogos forzados. Claro que no: fue gracias a los dinosaurios. Gracias a unos muñecos que por aquel entonces parecían reales y que han envejecido con admirable dignidad, hasta el punto de resultar bastante más creíbles que el risible CGI de películas modernas como Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal. Sí, sabes que son muñecos. Pero sabes que al menos son más reales que un montón de píxeles.

"Alberto, apolínea personificación de mi lascivia", dirá alguien con esas mismas palabras, "¿qué tiene que ver una novela de trasgos con dinosaurios?". En primer lugar, reitero que estas películas no tienen que ver necesariamente con El Rey Trasgo. Sin embargo, en este caso sí hay algunas influencias. En primer lugar, la sensación de shock and awe, de asombro y pasmo, que causan los dinosaurios. Era algo que quería replicar: la reacción infantil de ese chiquillo con gafas que ve un tiranousario en la pantalla y, sin darse cuenta, se lo tatúa en la memoria. En El Rey Trasgo hay monstruos de fantasía y unos de ellos, las wyvernas, son particularmente impresionantes. No pensé en dinosaurios a la hora de crearlas, aunque sí quise describir su llegada a escena como algo digno de contemplarse con la boca abierta. Spielberg supo atornillar a los espectadores a las butacas creando entradas memorables, impactantes. ¿Por qué no intentar replicar aquello? ¿Por qué renunciar a ese elemento de asombro que la fantasía nunca debería perder? ¿Porque la influencia viene de alguien ajeno a las letras, que capitanea la vertiente más comercial del cine? Al cuerno. Y cuando pensé en cómo rugían las wyvernas imaginé un alarido bestial con una nota humana, un chillido grave, atronador y profundo. Algo que crease en los soldados de la Ciudadela la misma impresión que creó en un niño de siete años este rugido.


Así que sí. Una de las películas que me hicieron crack en la cabeza está compuesta por lagartos que te miran con curiosidad y hambre, por monstruos gigantescos que persiguen gente, por oscuras y angostas salas de máquinas en las que el peligro acecha en las sombras, por aventuras, en definitiva, con una fórmula muy clásica y una ejecución impecable. ¿Es la película perfecta? Ni falta que le hace. ¿Invita a la reflexión? Ni lo pretende. Hace pasar un gran rato y se sigue disfrutando veinte años después. Parece que al fin y al cabo, la flagrante negligencia de Phil Tippett mereció la pena.


CUBE (CANADÁ, 1997) 

Cube fue la primera película que me transmitió la genuina sensación de encontrarme dentro de un laberinto del que no iba a salir vivo ni el cámara. Consigue ser opresiva y angustiosa utilizando su irreal planteamiento a su favor. ¿A qué me refiero con ello? Que su premisa es increíble, absurda de puro delirio, y emplea esa baza para volver aún más locos a sus protagonistas. Cuando te despiertas en un garaje, atado a una silla con una serie de tipos armados, se puede decir que estás en un entorno relativamente familiar, o que al menos te resulta creíble: sabes qué ha podido pasar, cuál puede ser el devenir de los acontecimientos, qué esperan de ti. Cómo salir vivo, en definitiva. Cube manda a la mierda esa premisa encerrando a una serie de personas en un cubo compuesto por otros cubos, varios de los cuales tienen trampas mortales. ¿Qué se consigue con este escenario imposible? Que los personajes no tengan la menor idea de cómo escapar porque nunca habían concebido esa situación. Sabes cómo sobrevivir a un incendio. Tienes una idea aproximada de cómo orientarte en un bosque si te pierdes. Ser secuestrado, aunque entra dentro de lo improbable, es factible. ¿Que te encierren en un mortal cubo de Rúbik? Para eso no hay quien se prepare. Cube despoja a los personajes y al espectador del factor más tranquilizador existe: la familiaridad. La familiaridad es seguridad, certidumbre, previsibilidad. Quítale eso a alguien y se lo quitarás todo.

Tanto en La Ciudadela y la Montaña como en Títeres de Sangre trato de trabajar esa misma premisa y de crear situaciones con las que los personajes o los lectores (o, con suerte, ambos) no se sientan familiarizados. Una parte de la primera novela transcurre en el interior de una montaña, donde unos personajes dejarán atrás pedazos de su humanidad en sus esfuerzos por salir vivos, y en la segunda un pequeño grupo de supervivientes trata de resolver un enigma: cómo abandonar un bosque encantado aparentemente invisible, habitado por feéricos habitantes cuyas indicaciones son crípticas e incomprensibles. En las historias de fantasía me gusta crear lo que yo llamo "asideros": conceptos que evocan al mundo real cuya función es hacer que el lector reconozca el entorno, que le permitan establecer paralelismos con la realidad. Sin embargo, también estamos hablando de fantasía, por lo que la presencia de lo extraño, de lo incomprensible, es para mí un requisito casi indispensable. Arrojar a personajes en un entorno así y ver cómo reaccionan ante él es un placer para quien escribe y espero que también un placer para el lector.


Otro aspecto que me gustó de Cube y que trato de incorporar a todas las historias que cuento es hasta qué punto se degradan las relaciones humanas en las situaciones de crisis. Tragedias y catástrofes son escenarios de puntuales arrebatos de heroísmo, como también de actos desesperados en los que hasta el más entero es capaz de revertir en un animal. Situaciones como las de Cube o muchas de las que tienen lugar en El Rey Trasgo son un caramelo para el narrador de historias: permiten llevar a los personajes a los extremos -la total dedicación a los demás o el comportamiento más ruin y violento- y de tratar todos los tonos de gris que hay en medio. ¿Quieres saber si el heroico paladín seguirá siendo tan galante cuando no le quede comida que llevarse a la boca? Suéltalo en un desierto, a compartir la última hogaza de pan con media docena de bocas. A ver qué pasa.

CRISTAL OSCURO (EE.UU., 1982)

Cristal Oscuro es una historia de género fantástico y formato muy, muy tradicional: un héroe aparentemente desprovisto de talento aunque de buen corazón ha de llevar a cabo un viaje a través de muchos peligros para cumplir una profecía que desterrará el mal de las tierras. Por el camino conocerá distintos personajes, descubrirá el amor y esas fórmulas que todos conocemos. Es una historia que ya hemos oído, visto y leído miles de veces.

Pero en mi caso, era la primera historia de este tipo que veía. ¡Ah, amigo, el poderoso efecto de la primera vez!

Cristal Oscuro fue mi primera película de fantasía "pura": nada de seres humanos mezclados con elementos fantásticos, no. Aquí pertenece a otro mundo hasta el apuntador. A la hora de escribir El Rey Trasgo, planteé la presencia del ser humano con una frase que aún recuerdo: "se encuentra en un mundo fantástico que ni comprende ni conoce del todo pero que, en su arrogancia, cree controlar". El mundo de la novela, pese a estar dominado por el ser humano, no está articulado en torno a él. El ser humano es uno de los elementos que lo pueblan, pero de ninguna manera es el elemento más importante, ni mucho menos el más poderoso.

La estética de Cristal Oscuro me cautivó porque era otro tipo de fantasía. No había unicornios y hadas: había escarabajos, observatorios en ruinas, desiertos, bosques opresivos, ruinas y una banda de cabrones con pintas que maquinaban entre ellos, comían carne con los dedos y extraían esencia vital de otros habitantes de ese mundo. Aquello era otra cosa. Era fantasía, sí, pero fantasía a través de una lente muy negra. Era fantasía oscura. Y ahora no se me ocurre escribir otra cosa.

Negar la influencia a nivel estético de los Skeksis a la hora de crear al Cuervo de Títeres de Sangre sería como negar la influencia del sol en la fotosíntesis. Las diferencias son numerosas e importantes en cuanto a personalidad: actitud, talentos, inteligencia, objetivos, forma de hablar... Prácticamente todo es diferente. Sin embargo, cuando pensé en crear un personaje maquiavélico, retorcido y cruel, pensé inmediatamente en un hombre marchito, incluso débil, tapado por un gran manto de plumas negras bajo el cual solo sobresalía una máscara picuda y unas garras de dedos largos y finos. Al poco de crearlo pensé, "mira, se parece a uno de aquellos bichos". De forma inconsciente, los Skeksis habían dejado su marca en El Rey Trasgo. ¿Cómo no iban a hacerlo? Pertenecen a un universo cautivador que viene a mi mente de forma inmediata cuando alguien menciona la palabra "fantasía". Cada vez que escucho esa palabra no pienso en unicornios: pienso en bosques opresivos, ruinas, monstruos y en una banda de cabrones con pintas.


Una mínima queja con respecto a la película es que recupera la perspectiva tolkieniana de asociar el bien y el mal a dos maneras de ser claramente diferenciadas. La competitividad, el progreso tecnológico, la ambición y la sed de conocimiento son malos; el relajo, la vida contemplativa y libre de preocupaciones, la simplicidad y el laissez faire son buenos. Rechazo este punto de vista, tan enraizado en la propia personalidad de Tolkien y en su modo de ver en el mundo, que por la influencia del autor se ha convertido en prevalente dentro del género fantástico. El estilo de vida de los Místicos lleva al conformismo; la vida contemplativa también conduce a la vida improductiva, aburrida y lo peor de todo, poco adaptativa: puedo imaginarme a un Skeksis perseverando ante la adversidad, ideando con su ingenio retorcido métodos y estrategias para sobrevivir, para prevalecer, para pelear. ¿Un Místico? Me lo imagino reaccionando a las dificultades del mismo modo que reacciona una vaca. La inquietud de los hobbits y los como-se-llame-la-especie-del-protagonista ante el cambio es la inquietud de un sistema frágil a la influencia externa, que funciona muy bien siempre y cuando se mantenga aislado: al menor contratiempo, se viene abajo. ¿Vivir en una burbuja auto-complaciente? No, gracias.


LOS DUELISTAS (REINO UNIDO, 1977)

Considero Los Duelistas la película definitiva sobre el honor. ¿Por qué? Porque siempre que se refleja en pantalla este complicado concepto ("Si necesitas que te lo describa es que no lo tienes", dijo ese semidiós moderno llamado Ron Swanson) se tiende a retratar o como algo enteramente bueno con un punto negativo, o como algo enteramente pernicioso con un punto positivo. Los Duelistas consigue un acertado término medio en el que el honor eleva al individuo y también lo arrastra a la fatalidad... y pese a ello, hasta la violencia a la que lo une tiene un aire trágico, elegante, de pacto entre caballeros.


Es lenta, lo cual para muchos espectadores puede degenerar en aburrimiento. No obstante, su ritmo pausado no se debe a caprichos del director: lo exige la historia. Si las escenas que tienen lugar entre enfrentamiento y enfrentamiento fuesen apresuradas, restarían gravedad a los combates, les quitarían peso. Cada uno de los combatientes ve pasar los días como una cuenta atrás muy discreta, casi imperceptible, hasta que la cuenta llega a cero y todo cuanto ha vivido hasta entonces, todas esas experiencias que ha ido acumulando, se convierten en irrelevantes. Solo queda el duelo al que le ha arrastrado el mismo honor que rige su vida y que será su muerte.


En El Rey Trasgo hay muchos personajes guiados por su propio sentido del honor. Mediante él se convierten en líderes, superan adversidades, sobreviven. Y también mediante él justifican atrocidades, relativizan el papel de la vida o se obligan de forma inconsciente a recorrer un camino que conduce a su perdición. Algunos hacen bandera de él; otros tienen un honor más discreto, más íntimo. Algunos no sabrían vivir sin él, otros preferirían no haberlo conocido... Pero una vez has grabado en tu forma de ser la idea del honor, ya no puedes fingir que nunca estuvo ahí. Es un concepto interesante, puramente inventado por el ser humano, capaz de lo mejor y de lo peor. Los Duelistas fue la primera película en la que lo vi retratado tal como era, con sus luces y sombras.


EL LABERINTO DEL FAUNO (MÉXICO/ESPAÑA, 2006)

Volvemos a la fantasía oscura. A la sensación de incomodidad al entrar en un mundo nuevo, a la alerta constante, al desasosiego de comprobar la existencia de cosas que no se sabía que pudiesen existir. Aunque tengo muchas lagunas relativas a la historia de El Laberinto del Fauno, no he olvidado su ambientación ni las criaturas que la pueblan. ¿Que me he quedado en la superficie? Tal vez, pero de algunas películas extraigo una cosa y de otras, algo distinto. Fue la primera película de Guillermo del Toro que vi (sí, antes que Hellboy) y desde entonces he intentado seguirle la pista. Ponerle la lupa mereció la pena, ya que una de las películas con las que más he disfrutado durante 2013 ha sido Pacific Rim. Soy un tipo sencillo de gustos sencillos que solo necesita robots gigantes peleándose con monstruos durante dos horas para ser feliz toda la tarde. Pero volvamos a la película que nos ocupa, que divago.

El Laberinto del Fauno fue, a mis ojos, la madurez de Cristal Oscuro. Esperad, dejad que me explique. Quiero decir que en Cristal Oscuro, pese a lo lóbrego de los entornos y al aura de desesperanza que se respiraba durante buena parte de la historia, sabías que todo iba a ir bien. Que iban a ganar los buenos. Que el bien prevalecería. Caramba, si hasta el protagonista solo parece medianamente sorprendido ante algunos de los horrores que tienen lugar ante él. En cambio, en El Laberinto del Fauno todo eso cambia. Ya no estás tan seguro de que todo vaya a salir bien. Cada paso que das es un paso más hacia la incertidumbre, acompañada de una sensación de alarma que nunca terminas de sacudirte de encima. Las criaturas extrañas ya no son meros personajes con los que intercatuar: ahora son seres que se perciben ajenos a este mundo, con su propia historia y sus circunstancias, para los cuales tú no eres más que un viajero que se ha topado con ellos. En esta película la fantasía oscura no solo es atrezzo y muñecos: en este caso es opresión, intriga, duda, miedo. No solo está hecha de "cosas", está hecha de experiencias.


Otro aspecto importante es que en Cristal Oscuro es el protagonista se ve expuesto a lo extraño, pero al fin y al cabo son elementos pertenecientes a su mundo. El Laberinto del Fauno arroja a una niña a un entorno que no es el suyo, de modo que por un lado nos sentimos mucho más identificados con la protagonista y por otro, el abanico de reacciones ante lo genuinamente antinatural es mucho más interesante. Por todo ello, cuando la niña se adentra en el comedor de la criatura sin ojos (la vi hace tiempo y mi memoria es chatarra, así que perdonad lo genérico de mis palabras) jadea de miedo, camina con precaución, se inquieta: porque todo aquello no solo es espantoso, es que no debería estar ahí. No debería existir. Por último, la propia apariencia de las criaturas y su personalidad son aspectos que encontré muy acertados, parecidos a la que yo mismo otorgaría a los seres fantásticos. Que el fauno sea críptico, misterioso y con un punto seductor constituye una caracterización a mi parecer inmejorable para un ser feérico.


PULP FICTION (EE.UU., 1994)

Es fácil tener un elemento preferido de Pulp Fiction: su sentido del humor, los diálogos -en los que Tarantino consigue ese objetivo que a veces se le escapa, que es estirarlos en el punto exacto antes de hacerlos inaguantables-, la banda sonora, la tensión que se masca en muchas de las escenas, el hecho de que cuando Mía Wallace y Vincent Vega van a casa de la primera tienes un nudo en la garganta porque sabes que ahí va a pasar algo, y como pase Marcellus Wallace va a montar una que va a dejar el saqueo de Roma a la altura del betún. Sí, me gusta toda esa secuencia. Ah, sí, a lo que iba. La estructura narrativa. Eso, eso fue lo que más me impactó.


"Espera", pensé después de verla, "¿quieres decir que puedes conducir una película que no empieza por el principio, que juega con las tramas entrelazándolas a placer y que intercala secuencias como un experto croupier mezcla las cartas?". Pues sí. Pulp Fiction fue mi primera experiencia en la que la estructura cambiaba de un modo tan radical: había leído o visto trabajos que empezaban justo antes del final, que intercalaban vistazos al futuro o flashbacks, pero no al nivel de Tarantino. No de un modo tan preciso, tan arriesgado y a la vez, tan asequible para el espectador. Comprender la secuencia completa de Pulp Fiction no requiere de un gran esfuerzo intelectual y creo que es ahí donde radica buena parte de su éxito: en que el espectador medio es lo bastante sagaz como para darse cuenta del esfuerzo que hay detrás de este desmenuce narrativo, pero este no es tan complicado como para que salga de la sala de cine preguntándose qué cojones acaba de ver.

El Sr. Lobo opina que el presente estado de las circunstancias, por halagüeño que esta fuere, no justifica el expresar desbocado optimismo mediante la estimulación oral de los miembros sexuales masculinos de los allí congregados, por lo que desaconseja con toda firmeza dicha acción, al menos de forma provisional.


LOS SANTOS INOCENTES (ESPAÑA, 1984)

Los Santos Inocentes es uno de los más descarnados retratos de la España negra. Violenta, inculta, clasista, cruel con el débil y servil con el poderoso, inmune al sufrimiento cuando viene de abajo, ladrona de expectativas; una tierra miserable en la que se confunde solidaridad con conmiseración, en la que la dignidad sobrevive en el sótano del alma, tan pequeña y con tantos golpes encima que habla en susurros; un lugar que huele a pájaro muerto, a anciano que se lo hace encima, al perfume de la Señora Marquesa que el Altísimo bendiga por muchos años, y que a quienes pone a trabajar sus tierras los bendiga el Astado porque parece que Dios se ha olvidado de ellos, por mucho que les prometa el reino de los cielos.


Lo que quiero decir es que Los Santos Inocentes retrata una miseria que nos es próxima, cronológica y geográficamente. Y ni siquiera es una miseria visualmente impactante, bestial, como la que podemos encontrar en la también excelente Ciudad de Dios. Aquí la miseria es más cotidiana, discreta y por ello más insidiosa; la falta de esperanzas se da por hecho con naturalidad. Es el reino de la desesperación: aquel en el que no se conoce otra realidad. Los protagonistas de esta película no luchan contra  la oscuridad porque la oscuridad ganó hace generaciones y va a seguir ganando por los siglos de los siglos. No hay señores oscuros, ni huestes enemigas, ni una amenaza a destruir a contrarreloj: solo la certeza de que morirás en una tierra ingrata, pobre y esclavo, y que pocos serán los que llorarán por ti.


Los Santos Inocentes fue clave a la hora de retratar la decadencia de la nación Corcia, aunque esta posee un elemento nacionalista en las capas sociales más altas del que la película carece. También me ayudó a identificar mejor el rostro de la desesperación, a imaginar entornos en los que la derrota de la ilusión se da por hecha con escalofriante naturalidad. Es, en definitiva, una película que no solo hizo "crack" en mi cabeza, sino que además es una de mis favoritas. Su valor pedagógico y su crudeza hacen que sus errores -líneas acartonadas, interpretaciones poco naturales- se perdonen casi sin reparar en ellos, y la interpretación del fallecido Paco Rabal es tan espléndida que lo difícil no es creerse al personaje, sino creerse que debajo de Azarías hay un actor. Imprescindible.


EL SEÑOR DE LOS ANILLOS (EE.UU., 2001, 2002, 2003)


Son demasiadas escenas, demasiados momentos, demasiados personajes como para hacer una lista y ya os he dado demasiado la tabarra. ¿Es perfecta? No. ¿Es palomitera? Sí. Y qué. Es la adaptación moderna de El Señor de los Anillos para un público moderno y mayoritario, que se disfruta de principio a fin. Gracias a ella el libro por el que te miraban raro en el colegio se convirtió en un fenómeno de masas, uno de los que contribuyó que lo "friki" se pusiese de moda hasta alcanzar el grado de aceptación sin precedentes del que goza ahora. Podría verla diez veces más y seguiría alucinando.

Y si has llegado hasta aquí, felicidades. Ha sido largo pero muy entretenido. El caso es que ya he hablado demasiado... ¿qué hay de vosotros? ¿Qué películas os hicieron "crack" en la cabeza? Esperando vuestras respuestas en la sección de comentarios. Gracias por leerme y que los trasgos agríen la leche de vuestros enemigos.

domingo, 22 de diciembre de 2013

Vuestro es el reino: trayendo al trasgo a la realidad

Cuando pienso en cómo me siento por haberme embarcado en la aventura del trasgo, generalmente me vienen a la cabeza cosas como "satisfecho", "emocionado" o "un poco asustado del embolado en el que me he metido, que yo esto ni lo tenía previsto y todo era más fácil antes, cuando no había un ser salido de las sombras, o que quizá esté hecho de las propias sombras, reclamando mi mente para crear su propia historia y creo que se avecina otro arrebato de angustia existencial y dónde he dejado el azúcar".

Hay experiencias derivadas de este viaje que además me hacen sentir orgulloso: una valoración positiva en GoodReads, una reseña en la que los puntos a favor superan en número o relevancia a los puntos en contra, el comentario vía Twitter de que alguien se ha hecho con un ejemplar de El Rey Trasgo... Una de esas experiencias es saber que un autor, un artista o como prefiera denominarse ha encontrado en la saga la inspiración de crear algo. Crear obras está bien. Crear obras que inspiran otras obras es cósmico.

Este post está dedicado a aquellos artistas que encontraron en las páginas de El Rey Trasgo algo que alimentó la llama de su creatividad y les animó a darle forma. Un humilde homenaje a su contribución para que esta fantasía sea tan real que la pueda tocar, escuchar, sentir. Vuestro es el reino del trasgo. Gracias.

Los sevillanos Twee Draken (podéis seguirlos en su página de Facebook y echar un vistazo a su catálogo en Artesanio) tuvieron el inmenso detalle de regalarme un títere del simpático trasgo que veis a la izquierda. Fue un obsequio con premeditación y factor sorpresa, ya que no me lo esperaba ni por lo más remoto. Acababa de terminar la charla "A la conquista del lector" durante el Encuentro de Literatura Fantástica de Dos Hermanas y me disponía a ir a la mesa de firmas cuando, ¡ZAS!, aparecieron de improvisto y me invitaron a mirar en el interior de una bolsa. Allí estaba el trasgo, con expresión pícara y unas garras afiladas y encantadoras.

Son testigos de que me quedé sin palabras durante un buen rato, no solo por lo bien hecho que está, sino por lo imprevisto del detalle y lo apropiado que era recibir un títere poco antes de la publicación de Títeres de Sangre. Hasta pensé en llevarlo a la presentación durante el Festival de Fantasía de Fuenlabrada, pero la sensatez me advirtió que si se rompía o estropeaba de algún modo, no me lo perdonaría jamás. Actualmente adorna un rincón de mi casa en el que escribo: está delimitado por estanterías, una mesa de trabajo y una lámpara. Allí se encuentra el títere, relajado y a la espera, contemplando por el rabillo del ojo y con esa sonrisa traviesa lo que voy creando con cada pulsación en el teclado.

La criatura que tenéis a la derecha es un hada de roca creada por el sobresaliente escultor Fuego Fatuo. Este ser tan simpático tiene una fugaz aparición en las últimas páginas de La Ciudadela y la Montaña (¡y no sabe bailar!): el escultor se fijó en él y decidió darle forma. El resultado gustó tanto y tuvo una acogida tan positiva que se ha animado a producir más, y articulados, nada menos.

Está lleno de detalles que me encantan: el material del que está hecho sugiere roca, pero a la vez parece lo bastante plástico como para cambiar de forma, algo que hace en la novela. Sus ojos son tal y como imagino los de la mayoría de criaturas feéricas que pueblan la novela, negros e inescrutables. Y su expresión cándida es perfecta para reflejar la naturaleza de las hadas: a veces infantil, a veces humana, siempre inquietante. Tuve la oportunidad de hablar hace poco con su autor y me confirmó que ha disfrutado mucho del pasaje de Títeres de Sangre que transcurre en el bosque encantado de Othramaras: llena de criaturas, referencias e ideas, Mar del Valle la describió como la sección más visual de toda la saga. Me propuse dotar de vida propia al bosque, de darle una identidad y de ofrecer una cara muy particular de duendes, hadas y demás criaturas. Recibir la positiva valoración de un artista como Fuego Fatuo ha supuesto toda una inyección de moral. El autor tuvo la generosidad de regalármela y ahora se encuentra ante mí, en la base de la pantalla, observándome con su mirada curiosa. De vez en cuando le doy un golpecito en la cabeza con la yema del dedo. Estoy convencido de que algún día reaccionará.

Francisco  Pérez compuso un tema llamado "No estamos solos" inspirado en una de las tramas que más han gustado de La Ciudadela y la Montaña: la que transcurre en el interior de los Picos Negros. Hay lectores más "ciudadela", hay lectores más "montaña", pero todos o casi todos disfrutaron mucho de la historia de Lucio, Naié y sus amigos en los angostos pasillos de roca, luchando por conservar la vida y la humanidad.

"No estamos solos" es una pieza electrónica que me ha recordado al dungeon synth, un género musical del que disfruto mucho, de temática oscura/medieval y sonido electrónico realizado con sintetizadores, loops y efectos, con reminiscencias a las bandas sonoras de videojuegos de finales de los 90 y principios del milenio. Y me gusta. Mucho. El hecho de que alguien haya compuesto de motu propio un tema de este estilo basado en El Rey Trasgo es sencillamente increíble. Los tambores, como latidos de corazón, los violines, las carcajadas de criaturas que moran en la oscuridad... ¡Ah! ¿La imagen que acompaña a este párrafo? El particular punto de lectura que empleó Francisco durante la lectura de la novela, muy apropiado teniendo en cuenta el contenido.


Carlos Montero tiene un estilo de ilustración retorcido, macabro, negro como obsidiana, y me encanta. Cuando me dijo que quería dibujar al Cuervo, uno de los protagonistas de Títeres de Sangre, me froté las manos con expectación. Y aquí está. Raquítico, observador, protegiéndose a sí mismo a la vez que saca las uñas, retrocediendo a la vez que ataca. Hablé en la presentación en Antonio Machado y en el post correspondiente de la importancia de este personaje en la novela, de los porqués de su apariencia, su actitud y su relevancia, de por qué Bárbara y yo decidimos casi sin intercambiar palabra que la portada debía ser suya. Todos los que han leído Títeres coinciden en que es algo más que un consejero cruel y retorcido, lo cual para mí es todo un orgullo. Que además inspire un dibujo como el de Carlos ya es más de lo que podía llegar a pedir.

Y atención, que ahora avisa que a continuación le toca a Mirias.


Ángel es uno de los ejemplos por los que reniego de ese desprecio a las redes sociales que parece gozar de una creciente popularidad: gracias a herramientas como Facebook he dado con personas como él, con quien se pueden compartir afinidades desde lo lúdico a lo político, con quien participar en conversaciones e intercambiar experiencias. Alguien que molan mucho, este Ángel. Pues bien, aquí el amigo regresó de su viaje a través de Gran Bretaña en agosto de 2012 (¿que ya ha pasado más de un año de aquello? ¿Cómo? ¡Imposible!) cargado de fotos en los que su ejemplar de La Ciudadela y la Montaña posaba mucho mejor de lo que jamás posaré yo en distintas ubicaciones emblemáticas de la isla. Aquí podéis ver el recorrido completo. Ubicaciones cautivadoras, místicas, elegantes, paisajes únicos que al saber que la novela ha visitado, siento como si los hubiese visitado yo.

En esta línea, el blogger Alexander Páez, amigo, amante del arte, guía nativo a través de los peores -mejores- antros de Barcelona durante un viaje suicida y autor de Donde Acaba el Infinito -visitadlo ya si no lo conocéis, si además le seguís en GoodReads estaréis informados de un buen puñado de lecturas recomendadas-, trajo un regalo muy especial de su viaje a Escocia. Acababa de terminar un concierto de Duendelirium en la sala La Pequeña Betty de Madrid cuando Carmen Cabello y Sergio Alarte, editores de Kelonia y amigos también, se me acercaron con una sonrisa en la cara y un sobre en la mano. En su interior había un regalo que rompió en añicos el Gran Reloj de Arena Cósmico. Una docena de fotografías con estampas típicas de Escocia y, en todas ellas, el ejemplar de Alexander de La Ciudadela y la Montaña. Castillos, lagos, formaciones de roca y hasta un gaitero con el traje típico escocés desfilaban junto al trasgo ante mis ojos, casi secos de no parpadear. Pero lo mejor estaba por llegar: al fondo del sobre, un relato con el Rey Trasgo como protagonista, junto a un fragmento de madera y una piedra traídas de aquel destino. El significado de tales obsequios tiene un valor que me resulta muy difícil de explicar. De vez en cuando, reviso las fotografías. Y vuelvo a quedarme atónito.

Creaciones Alraune es una pequeña empresa capitaneada por mi amiga Alraune, una modista, costurera y artesana especializada en ropa de época y en dar forma a retazos del pasado con una dosis de imaginación. Como satisfecho poseedor de un chaleco y una camisa confeccionados por ella, os puedo garantizar su profesionalidad y la calidad de su trabajo.

El caso es que Alraune decidió poner su talento al servicio no de una prenda de ropa... sino de un peluche. Inspirada en una dedicatoria que hice en un ejemplar de La Ciudadela y la Montaña y decidida a salirse de los habituales estereotipos que describen a los trasgos, dio forma al simpatiquísimo peluche que tenéis a la izquierda. Ya ha visto tres domicilios y actualmente se encuentra en lo alto de una de mis estanterías, cómodamente reclinado sobre pilas de libros acerca de bárbaros, monstruos, criaturas y mitos.

Por último, un detalle que debería aparecer al lado de la palabra "enternecedor" en cualquier diccionario ilustrado. La encantadora bloguera Palomiski se enfrentó a un problema que, aunque pueda parecer banal, reviste una gravedad que cualquier orgulloso poseedor de un peluche sabrá valorar debidamente. Su enorme oso carecía de nombre. ¿Cómo iba a llamarlo cuando le tuviese algo que decir? ¿"Eh, tú"? Venga ya. Así que después de leer la primera entrega de la saga, lo tuvo claro. Le puso el nombre de un muchacho que, pese a haber nacido y haberse criado en el cruel clima del norte, peleó por mantener caliente una esperanza que se apagaba como brasas frías. El de un alférez que subió a una Ciudadela cargado de historias e ilusión, que peleó, que sufrió, que ganó y perdió; que asumió un poder que no había pedido y lo manejó con mano de caballero; que le puso el pecho al horror, que plantó su coraje ante las adversidades y el mandoble ante sus enemigos. El nombre de alguien que quiso ser un héroe en un continente donde a los héroes se los traga la oscuridad. Le puso el nombre de Kaelan. Y yo no sé ni cómo expresar mi agradecimiento.

Todo esto, por supuesto, sin olvidar el espectacular trabajo de Barb Hernández, Juan Díaz y Mar del Valle, cuyas ilustraciones ahora engalanan las paredes de mi guarida... y la casa de mis padres, o los ilustradores Medusa Dollmaker, Javier Charro, Óscar Pérez Pablo Uría. Entre todos han contribuido a convertir en realidad un relato de fantasía, en darle forma a través de notas, tela, resina y papel fotográfico. Desde aquí, todo mi agradecimiento y cariño por hacer que el reino del trasgo rasgue la frontera del papel para adentrarse en nuestro mundo.

Mapa del continente en el que transcurre El Rey Trasgo, por Pablo Uría