miércoles, 3 de abril de 2013

¿Es la fantasía épica intrínsecamente conservadora?

Esta semana llegué, gracias a la bloguera y reseñista Cristina Jurado, a un breve artículo que se hacía eco de una discusión que ha estado bullendo por Twitter. El debate giraba en torno a una idea: si la fantasía época es intrínsecamente conservadora. Escribo mi opinión como viene siendo habitual en mi, a vuelapluma, sin preocuparme mucho por lo que digo o cómo lo digo. No hablo ex cathedra, no quiero sentar opinión, no quiero escribir una tesina sesuda sobre la cuestión. Hola, me llamo Alberto, he escrito un libro de fantasía con trasgos que sabe a lágrimas y a roca. Y esta es mi opinión. Ante la pregunta, ¿es la fantasía épica intrínsecamente conservadora? Yo respondo...

Respuesta corta: 

Yo creo que no. Puede. En cualquier caso, ¿y qué?

Respuesta larga: 

¿Qué es fantasía épica? Las etiquetas no terminan de convencerme: pese a que trato de conocerlas, siempre acabo hecho un lío con ellas. Cuando hablo de El Rey Trasgo, nunca tengo una respuesta buena: tiene algo de fantasía épica, medio libro podría considerarse alta fantasía y el otro medio tiende más hacia la fantasía oscura... ¿Cómo se supone que lo debo definir? Filias y fobias personales aparte, en primer lugar sería conveniente definir y aclarar qué se entiende por fantasía épica en esta discusión: fantasía épica puede ser la historia de una mujer marginada por su condición de mutante, líder del único partido anarquista de un reino feérico gobernado por un tirano al que derroca haciendo uso de su ingenio de una espada que canta nanas cada vez que derrama sangre.

Lo que quiero decir con ello es que etiquetar un género entero se me antoja inapropiado: en vez de etiquetar al género, habría que etiquetar lo que los autores hacen con ese género. La fantasía épica proporciona al autor infinitas posibilidades, le brinda una constelación de historias a cada cual más delirante que la anterior. Son los autores los que se adentran en el género y eligen voluntariamente circunscribir sus relatos al contexto de fantasía en un contexto europeo, blanco y medieval. El escritor Jesús Cañadas ha manifestado en varias charlas y mesas redondas que le gustaría ver autores más valientes en el género fantástico, que se atreviesen a jugar con el que posiblemente sea el más generoso de los géneros, por dar al autor toda la libertad que este pueda querer para crear universos nuevos y rompedores. Quizá lo más adecuado fuese decir que los autores de fantasía épica son intrínsecamente conservadores, porque el genero no lo es. Tampoco es liberal. La fantasía épica no es ni de un color ni de otro: es un colosal cajón de arena en el que cada uno erige el castillo que más le gusta. Si en la torre más alta quiere poner una cruz, una media luna, una estrella roja o a Espinete, es su elección. 

"Alberto, pedazo de autor hipócrita pero no por ello menos atractivo", estará pensando alguien, "tú mucho hablar, pero luego El Rey Trasgo tiene lugar en un contexto medieval, europeo y blanco". A lo cual yo respondo: efectivamente, ese fue el contexto que elegí. ¿Sabéis por qué? Porque es el que más conozco, en el que me siento más cómodo y por encima de todo, el que se me antojaba más apropiado para la historia que quería contar. Aquí está, en mi opinión, el meollo del asunto: aquello que quieras contar. Si utilizas un contexto medieval para contar una historia sobre la libertad y la amplitud de miras, esta tendrá un cariz más progresista. Si utilizas un contexto medieval para promover el mantenimiento del estatus quo, será más conservadora. Es una observación simplista, pero nunca me definí como un hombre inteligente: lo importante es el fondo, no la forma; el contenido, no el continente. ¿Hubiese cambiado algo el mensaje subyacente de El Rey Trasgo en un contexto tardorromano, africano y negro? ¿La reflexión que se hace en sus páginas -más rica o más pobre, eso lo dejo a la valoración de cada uno- sobre el uso del poder y el coraje individual hubiese tenido un prisma muy distinto en una sociedad comunista, asiática o moderna? Creo que no. El concepto de fantasía épica, que no es ni conservador ni progresista, ni todo lo contrario, me brindaba infinitas posibilidades, pero yo elegí optar por un entorno limitado por una serie de motivos. Así que si hay que tachar de conservador a alguien, apuntad a gente como yo. Pero al género dejádmelo en paz.

Hablando de lo cual, hay naciones en el continente de El Rey Trasgo que no son ni medievales ni blancas: Iza se inspira en la antigua Bactria y Aesil está basada en Sumeria. Ambas naciones ya existen en la primera novela, aunque la acción no transcurre en ellas: aparecerán más adelante. Y os garantizo que el mensaje que quiero transmitir en la segunda parte no entenderá de pieles blancas o marrones.

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Trasfondo, intención y etiquetas. Vale, entonces estamos de acuerdo en que la fantasía épica transcurre, mayoritariamente, en un contexto medieval, europeo y blanco. En semejante trasfondo no es raro encontrar reyes despóticos sedientos de poder, gentes humildes que no piensan en liberarse del yugo que las oprime sino en protegerse de los lobos, caballeros que no utilizan su poder e influencia para cambiar el mundo sino para alimentar su ego a través de gestas y mujeres que aceptan su rol de "madresposa" sin cuestionarse que la vida pueda depararles algo más. Personajes que, bajo nuestro prisma moderno, encarnan los estereotipos más rancios de nuestra historia. ¿Pero queréis saber una cosa? Así eran aquellos tiempos. Los reyes eran violentos y estaban hambrientos de poder, las gentes no se planteaban qué era eso de la libertad individual -no hay que irse al medievo para ello-, los caballeros sabían que si sacudían el tinglado alguien más poderoso se ocuparía de quitarlos de en medio y las mujeres nórdicas disponían de vestidos con tela abotonada en el pecho, para poder descubrir sus senos con más facilidad y dar de mamar cómodamente, ya que se pasaban la práctica totalidad de su vida fértil haciéndolo (curiosidad sacada de La vida cotidiana de los vikingos, de Régis Boyer) porque era lo que se esperaba de ellas. El medievo era un tiempo desagradable, brutal, hostil, clasista, en el que el poder daba la razón. Dibujar un medievo sin fronteras ni prejuicios supondría pintar un retrato irreal, hacer wishful thinking histórico, edulcorar una realidad compleja en su brutalidad para convertirla en utopía.

"Pero Alberto, estúpido odre de pura libido", exclamará alguien, "en eso consiste la fantasía, en crear algo que no existe, o en modificar lo que existió hasta darle una forma completamente distinta". A lo que yo respondo: de acuerdo, si quieres crear una sociedad medieval donde los castillos están gobernados por un sindicato de trabajadores, por poner un ejemplo, ¡hazlo! Pero prepárate para dos cosas: en primer lugar, para cambiarlo todo. El modelo de sociedad, las relaciones entre personajes, el lenguaje, las motivaciones. Si realmente impera un pensamiento distinto, que se deje notar en todos los estratos, en cada detalle. Prepárate para ponerlo todo patas arriba. Para dedicar a la forma tanto tiempo como al fondo.

Pongamos que lo haces. ¡Enhorabuena! Ya tienes tu contexto. Y ahora vienen las malas noticias: todo ese trabajo no será lo que determine la naturaleza conservadora de la novela, sino la historia. Si el mensaje que transmites a través de tu relato es un cliché, un refrito o un alegato a favor del estatus quo -"chica busca chico/chico busca chica", "historia de un viaje a través del continente que sirve como viaje iniciático", "elegido de origen humilde marcado por una profecía asciende al heroísmo"-, tu novela va a tener un espíritu puramente conservador, pese al celofán con la que esté envuelta: un contexto progresista no es más que un escenario de cartón-piedra si la historia que transcurre en él pone de manifiesto el conservadurismo creativo de su autor. Si quieres romper moldes es maravilloso que los rompas en el contexto, pero asegúrate de romperlos también en tu intención, en aquello que quieres contar. Pero no lo hagas para que tu novela sea conservadora o progresista, A o B: hazlo para que sea una buena novela, para que enganche, para que resulte fresca y novedosa, para que destaque en el océano de papel que son las librerías. Hazlo en nombre de la calidad, no de las etiquetas.

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Rebeldes de su tiempo. ¿Sabéis qué tiene gracia? Que pese a transcurrir en contextos EEBBMM (europeos, blancos, medievales), muchos de los personajes más importantes de la fantasía épica son adelantados a su tiempo, hombres admirados e incomprendidos por su amor a la libertad, a vivir su propia vida: son luces de individualismo en un continente ensombrecido por la cerrazón y el conservadurismo más absoluto. ¿Repasamos? Imaginad a estos personajes en el medievo histórico. Geralt de Rivia, aventurero promiscuo que vive su propia vida, con sus propias reglas. Bilbo Bolsón, aventurero perteneciente a una suerte de comuna hippie, aficionado a las drogas naturales y la buena mesa, erudito y curioso. Elric de Melnibone, rey que en vez de quedarse en sus tierras a gobernar con puño de hierro se lanza a la aventura en solitario no en nombre de una religión o una causa, sino por su propia sed de aventuras. No sé a vosotros, pero a mí estos protagonistas, que son los que llevan la historia a cuestas, no me parecen conservadores, ni bajo el prisma actual ni muchísimo menos bajo el prisma medieval. Todo lo contrario, más bien. Me parecen inconformistas, rebeldes, personajes con ideas impropias de su tiempo. Hasta Sauron, Señor Oscuro en su Trono Oscuro, ha creado una sociedad en la que conviven en armonía orcos, trolls, magos caídos en desgracia y antiguos reyes humanos muertos hace tiempo.

Comentarios divertidos aparte, mi consejo es el siguiente: no os fijéis tanto en si cada raza tiene su reino -lo cual puede entenderse como un alegato del segregacionismo- o si cada reino tiene su rey, con su corona de brillantes: fijaos en los personajes principales, en qué nos quiere decir el autor con ellos, en qué los motiva, en qué medida se liberan o diferencian de las ataduras del mundo en el que viven y hasta qué punto lo cambian con sus actos, con sus palabras, con su mera existencia. Si la vida de estos protagonistas es un canto a la libertad en un mundo de cadenas, ¿qué pesa más en la naturaleza de la novela, ese mensaje que el autor transmite a través del personaje, o el contexto en el que lo ubica? Yo lo tengo claro.

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A modo de resumen. Sí, los autores de fantasía épica escogen en su mayoría un contexto EBM para narrar sus historias, pero estas no suelen tratar sobre conservadurismo, sino sobre ideas que se me antojan lo opuesto a este principio. Los protagonistas quizá no enarbolen ninguna bandera o se erijan en defensores de un credo, pero lo pretendan o no, cambian el mundo movidos por su espíritu aventurero, cuando no justiciero. Y ahí es, en mi opinión, donde radica el espíritu de una novela y su naturaleza.

O algo.

8 comentarios:

  1. 1) Curiosidad por Aesil aumentando en 3,2,1...

    2) Leerte responderte así es como orite hablar, ¡Deja de resonar en mi cabeza!

    3) EEBBMM :P esas siglas me las guardo

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  2. 1) Aesil mola. Es una nación orgullosa, con la elegancia humilde de sus construcciones y una cultura sobria, fruto de una historia marcada por una guerra en la que crueldad es el arma más poderosa. Con los siglos ha desarrollado una obsesión por la muerte que otras naciones consideran mórbida, bárbara, pero que ha dado lugar a un conocimiento que solo los nigromantes superan.

    2) ¡JUAS! Escribo igual que hablo y hablo igual que pienso. ¡Y seguiré resonando, ea!

    3) "Contexto EBM", sí. No negaré que tiene cierto gancho. :D

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  3. Muy interesante Alberto, como siempre es un gusto leerte. Tu amigo el poeta ;)

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  4. Yo me quedo con la certera brevedad de la primera respuesta. Verdaderamente, no sé a qué viene ese tema. Y en todo caso, si lo es o no lo es, ¿qué más da? La fantasía en general es un "género", dentro de que a mí tampoco me va mucho eso de catalogar alegremente, que se ha renovado mucho en los últimos tiempos, pero hay de todo, claro, y efectivamente existe algún tipo de estructura común en los distintos escritos que relaciona a unos con otros y los engloba dentro del género. Pero ¿y qué? Lo hace con el terror, lo hace con la novela romántica, lo hace con todo.

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  5. Sí, definitivamente, creo que después del tochazo me quedo con la respuesta breve. Creo que es la primera vez que lo "micro" me queda mejor que lo "macro". :D

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  6. Como tú y yo ya hemos hablado de esto y hemos estado básicamente de acuerdo, me voy a quedar con dos conclusiones propias:

    -Unos buenos personajes son la clave de una buena historia. Da realismo, da identificación, da humanidad, da personajes a los que poder llamar "personas", y esto hará mucho por la novela.

    -Escribe lo que sientas que quieres escribir en cada momento. ¿Que tienes que coger un contexto EEBBMM (acuño las siglas desde ya)? Hazlo. La fantasía es un género muy amplio, pero al final lo que define una buena historia, en el género que sea, es la pasión que sienta el autor por su propia historia: nunca escribamos en base a unas reglas preestablecidas o con miedo a "esto no es lo que se lleva". Al respecto siempre pongo el ejemplo de la Meyer: sí, se inventó vampiros brillantes; sí, los vampiros brillantes no merecen llamarse vampiros; pero escribió lo que quería escribir y ahí está, disfrutándolo.

    Me ha encantado el artículo, como puedes suponer :)

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  7. Me identifico con Iria, encajonar un género literario resulta extremadamente difícil cuando el autor deja volar su imaginación. Lo importante es lograr una buena historia y desarrollar unos personajes que representen bien el papel para el que fueron creados. Lo demás, queda al gusto del lector o lectora, jueces implacables de la calidad literaria del autor en cuestión.
    De todas formas, excelente artículo y muy bien explicado. Me quedo en tu rincón para leer más de tí, querido amigo.
    Un saludo.

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