jueves, 2 de enero de 2014

Diez películas que me hicieron "crack" en la cabeza

Como soy muy original a la hora de poner títulos, esta es mi lista de películas que me hicieron "crack" en la cabeza. No son necesariamente mis películas favoritas -aunque algunas de ellas lo son-, ni las películas que veo una y otra vez. Simplemente son... Bueno, eso. Películas que cambiaron algo. Películas que dejaron algo, que trastocaron algo que encontraron, que conectaron conmigo. Casi todas influyeron en mayor o menor medida en El Rey Trasgo, así que quiero compartirlas con vosotros. Coged algo de beber, que hay para rato.


PAPRIKA (JAPÓN, 2006)

Aunque Paprika es difícil de describir en su conjunto, es fácil alabar los retales que la componen. Su estética es un espectáculo de color y referencias, un lujo tanto para la vista como para el oído -cortesía de una banda sonora imposible de olvidar cuyo papel en la película es clave-. Su trama, asequible a la vez que valiente por abordar una historia polifacética desde una perspectiva compleja -que no complicada- mezcla lo real y lo onírico con elegancia. Su protagonista ejerce una atracción que no está basada en el físico o en lo sexual, sino en el halo de misterio que la envuelve y en su actitud, elementos que fueron claves -no sé hasta que punto conscientes o inconscientes- en la creación de Naié. Naié es alguien a quien quieres tener cerca no porque ponga tus hormonas a hervir, sino porque estás deseando cogerla de la mano y descubrir el mundo a su lado, contagiándote de su espíritu. Si escribes un personaje femenino y el único motivo por el que atrae a quienes le rodean es su físico... cierra inmediatamente el procesador de textos, cambia el tipo de ocio que consumes y conoce gente. Es una orden.

Lo onírico es un tema que me cautiva como autor y en lo personal. No, no voy a interpretar el sueño que tuviste anoche. Quiero decir que cuando el tema se aborda con madurez y creatividad en el formato que sea, me dirijo hacia dicho producto como una polilla a la luz. Me temo que es algo que se nota mucho en la magia de El Rey Trasgo. Tenía claro que en la saga utilizar magia no iba a ser tan sencillo como chasquear los dedos y lanzar una bola de fuego. Por el contrario, se trata de un proceso trabajoso y lleno de peligros, por el cual el hechicero -con ayuda de varios asistentes- accede a un universo inmaterial conocido como el Reino Velado, poblado por criaturas imposibles y regido por leyes muy diferentes a las del mundo real. El hechicero roba -sí, roba- magia de este lugar y la transporta al mundo de los humanos, donde ha de darle un uso rápido a riesgo de que dicha energía lo arrastre consigo a su regreso a la fuente.


Aquí viene la particularidad: el Reino Velado no tiene una única apariencia, sino que para cada mago adopta un aspecto distinto, generalmente relacionado con su propia historia. Algunos llegan a un espigón cercano al mar, con una ciudad de arena al fondo. Otros regresan a la casa en la que se criaron. Entrar y salir de él es como entrar y salir del sueño: lo que en el Reino Velado parecen horas en el mundo real son segundos. Así, cuando los hechiceros de la saga se adentran en este mundo, ¿no estarán en realidad zambulléndose en el laberinto de recuerdos de su propia mente, buceando en su pasado a través de imágenes distorsionadas sacadas de su experiencia, de evocaciones inconexas? ¿No estarán extrayendo magia de sí mismos, de entre los pliegues de la psique? ¿Y yo qué sé? Solo soy el autor.



BEGOTTEN (EE.UU., 1991)

Begotten es una cinta horripilante, experimental, que horroriza con una violencia a caballo entre lo explícito y lo simbólico. El motivo por el que la película resulta tan perturbadora es el mismo por el que tememos a la oscuridad: porque nada que se nos ponga ante los ojos será tan aterrador como aquello que nuestra imaginación crea. Alexander Páez definió adecuadamente la estética de Begotten como un largo y macabro test de Rorschach en el que la interpretación no ya del argumento, sino de qué está ocurriendo en la pantalla, queda en manos del espectador. El grano de la imagen, el uso del blanco y negro, la ausencia de música y de efectos de sonido -salvo por unos rudimentarios gruñidos, ruidos primitivos y un irritante cantar de grillos- crean una atmósfera de desolación, de incomodidad. El miedo que inspira Begotten no es ni el miedo basado en sustos ni en la casquería -aunque haga uso de ella-: es un miedo difícil de describir, basado en la sensación permanente de alerta, de horror.

Una de las primeras impresiones al ver la película fue "Goya podría haber imaginado esto". Cámara en mano, el zaragozano bien podría haber dado nueva forma a sus pinturas negras transformándolas en esta pesadilla. Begotten también hace un uso abundante de los símbolos, con hincapié en el paganismo: desde la concepción de Dios como criatura mortal a la creación del ser humano, pasando por el uso ritual de la carne y la sangre. Quedé muy impresionado al descubrir que los nómadas de Begotten introducen pedazos de carne humana en los recovecos de una montaña: si habéis leído La Ciudadela y la Montaña, sabréis por qué. Vi la película después de la primera novela pero antes de terminar la segunda y creo que influyó positivamente a la hora de añadir un "extra" de oscuridad a algunas secuencias, particularmente a las que transcurren en el mundo de la magia, el Reino Velado. Si bien no proporcionó ningún elemento en particular, sí me dio ideas de cara a formar una atmósfera y confirmó mi deseo de hacer de El Rey Trasgo una saga cada vez más opresiva y angustiosa, en la que la negrura gane terreno con cada capítulo.

Begotten puede no gustarte. De hecho, puedes aborrecerla. No está hecha para todos los públicos, ni mucho menos. Con esto no quiero sugerir la ridícula pedantería de que solo unas mentes preclaras la pueden disfrutar: quiero decir que su estética, ritmo, tono y características, tan particulares todos ellos, tan únicos, tan -seamos claros- raros, no son plato de fácil digestión. "Repulsiva", "confusa" o "aburrida" son algunos de los adjetivos que he oído para referirse a ella. Sin embargo, a mí me cautivó por su estética y el uso que hacía de ella para impactar y, al mismo tiempo, relatar. Reafirmó mi deseo de contar historias en las que la atmósfera tenga un peso específico, tan importante como el de la caracterización de los personajes o la complejidad de la trama. Acercaos bajo vuestra propia responsabilidad, con la mente abierta, el estómago preparado y las luces apagadas. Begotten va a sujetaros de las sienes y haceros testigos del espanto.


PARQUE JURÁSICO (EE.UU., 1993)

Si tienes mi edad, flipaste con Parque Jurásico. Por supuesto, estamos en Internet, donde a los nueve años todo el mundo devoraba a Kierkegaard y quedaba con los amigos para interpretar el significado de Cabeza Borradora, así que habrá quien tenga el cuajo de negarlo. Pero yo lo diré bien alto: aluciné con estas dos horas de cine espectacular, palomitero y cargado de efectos especiales. No fue ni por unos personajes simples e irritantes, ni por una trama con agujeros por los que cabe un triceratops, ni por unos diálogos forzados. Claro que no: fue gracias a los dinosaurios. Gracias a unos muñecos que por aquel entonces parecían reales y que han envejecido con admirable dignidad, hasta el punto de resultar bastante más creíbles que el risible CGI de películas modernas como Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal. Sí, sabes que son muñecos. Pero sabes que al menos son más reales que un montón de píxeles.

"Alberto, apolínea personificación de mi lascivia", dirá alguien con esas mismas palabras, "¿qué tiene que ver una novela de trasgos con dinosaurios?". En primer lugar, reitero que estas películas no tienen que ver necesariamente con El Rey Trasgo. Sin embargo, en este caso sí hay algunas influencias. En primer lugar, la sensación de shock and awe, de asombro y pasmo, que causan los dinosaurios. Era algo que quería replicar: la reacción infantil de ese chiquillo con gafas que ve un tiranousario en la pantalla y, sin darse cuenta, se lo tatúa en la memoria. En El Rey Trasgo hay monstruos de fantasía y unos de ellos, las wyvernas, son particularmente impresionantes. No pensé en dinosaurios a la hora de crearlas, aunque sí quise describir su llegada a escena como algo digno de contemplarse con la boca abierta. Spielberg supo atornillar a los espectadores a las butacas creando entradas memorables, impactantes. ¿Por qué no intentar replicar aquello? ¿Por qué renunciar a ese elemento de asombro que la fantasía nunca debería perder? ¿Porque la influencia viene de alguien ajeno a las letras, que capitanea la vertiente más comercial del cine? Al cuerno. Y cuando pensé en cómo rugían las wyvernas imaginé un alarido bestial con una nota humana, un chillido grave, atronador y profundo. Algo que crease en los soldados de la Ciudadela la misma impresión que creó en un niño de siete años este rugido.


Así que sí. Una de las películas que me hicieron crack en la cabeza está compuesta por lagartos que te miran con curiosidad y hambre, por monstruos gigantescos que persiguen gente, por oscuras y angostas salas de máquinas en las que el peligro acecha en las sombras, por aventuras, en definitiva, con una fórmula muy clásica y una ejecución impecable. ¿Es la película perfecta? Ni falta que le hace. ¿Invita a la reflexión? Ni lo pretende. Hace pasar un gran rato y se sigue disfrutando veinte años después. Parece que al fin y al cabo, la flagrante negligencia de Phil Tippett mereció la pena.


CUBE (CANADÁ, 1997) 

Cube fue la primera película que me transmitió la genuina sensación de encontrarme dentro de un laberinto del que no iba a salir vivo ni el cámara. Consigue ser opresiva y angustiosa utilizando su irreal planteamiento a su favor. ¿A qué me refiero con ello? Que su premisa es increíble, absurda de puro delirio, y emplea esa baza para volver aún más locos a sus protagonistas. Cuando te despiertas en un garaje, atado a una silla con una serie de tipos armados, se puede decir que estás en un entorno relativamente familiar, o que al menos te resulta creíble: sabes qué ha podido pasar, cuál puede ser el devenir de los acontecimientos, qué esperan de ti. Cómo salir vivo, en definitiva. Cube manda a la mierda esa premisa encerrando a una serie de personas en un cubo compuesto por otros cubos, varios de los cuales tienen trampas mortales. ¿Qué se consigue con este escenario imposible? Que los personajes no tengan la menor idea de cómo escapar porque nunca habían concebido esa situación. Sabes cómo sobrevivir a un incendio. Tienes una idea aproximada de cómo orientarte en un bosque si te pierdes. Ser secuestrado, aunque entra dentro de lo improbable, es factible. ¿Que te encierren en un mortal cubo de Rúbik? Para eso no hay quien se prepare. Cube despoja a los personajes y al espectador del factor más tranquilizador existe: la familiaridad. La familiaridad es seguridad, certidumbre, previsibilidad. Quítale eso a alguien y se lo quitarás todo.

Tanto en La Ciudadela y la Montaña como en Títeres de Sangre trato de trabajar esa misma premisa y de crear situaciones con las que los personajes o los lectores (o, con suerte, ambos) no se sientan familiarizados. Una parte de la primera novela transcurre en el interior de una montaña, donde unos personajes dejarán atrás pedazos de su humanidad en sus esfuerzos por salir vivos, y en la segunda un pequeño grupo de supervivientes trata de resolver un enigma: cómo abandonar un bosque encantado aparentemente invisible, habitado por feéricos habitantes cuyas indicaciones son crípticas e incomprensibles. En las historias de fantasía me gusta crear lo que yo llamo "asideros": conceptos que evocan al mundo real cuya función es hacer que el lector reconozca el entorno, que le permitan establecer paralelismos con la realidad. Sin embargo, también estamos hablando de fantasía, por lo que la presencia de lo extraño, de lo incomprensible, es para mí un requisito casi indispensable. Arrojar a personajes en un entorno así y ver cómo reaccionan ante él es un placer para quien escribe y espero que también un placer para el lector.


Otro aspecto que me gustó de Cube y que trato de incorporar a todas las historias que cuento es hasta qué punto se degradan las relaciones humanas en las situaciones de crisis. Tragedias y catástrofes son escenarios de puntuales arrebatos de heroísmo, como también de actos desesperados en los que hasta el más entero es capaz de revertir en un animal. Situaciones como las de Cube o muchas de las que tienen lugar en El Rey Trasgo son un caramelo para el narrador de historias: permiten llevar a los personajes a los extremos -la total dedicación a los demás o el comportamiento más ruin y violento- y de tratar todos los tonos de gris que hay en medio. ¿Quieres saber si el heroico paladín seguirá siendo tan galante cuando no le quede comida que llevarse a la boca? Suéltalo en un desierto, a compartir la última hogaza de pan con media docena de bocas. A ver qué pasa.

CRISTAL OSCURO (EE.UU., 1982)

Cristal Oscuro es una historia de género fantástico y formato muy, muy tradicional: un héroe aparentemente desprovisto de talento aunque de buen corazón ha de llevar a cabo un viaje a través de muchos peligros para cumplir una profecía que desterrará el mal de las tierras. Por el camino conocerá distintos personajes, descubrirá el amor y esas fórmulas que todos conocemos. Es una historia que ya hemos oído, visto y leído miles de veces.

Pero en mi caso, era la primera historia de este tipo que veía. ¡Ah, amigo, el poderoso efecto de la primera vez!

Cristal Oscuro fue mi primera película de fantasía "pura": nada de seres humanos mezclados con elementos fantásticos, no. Aquí pertenece a otro mundo hasta el apuntador. A la hora de escribir El Rey Trasgo, planteé la presencia del ser humano con una frase que aún recuerdo: "se encuentra en un mundo fantástico que ni comprende ni conoce del todo pero que, en su arrogancia, cree controlar". El mundo de la novela, pese a estar dominado por el ser humano, no está articulado en torno a él. El ser humano es uno de los elementos que lo pueblan, pero de ninguna manera es el elemento más importante, ni mucho menos el más poderoso.

La estética de Cristal Oscuro me cautivó porque era otro tipo de fantasía. No había unicornios y hadas: había escarabajos, observatorios en ruinas, desiertos, bosques opresivos, ruinas y una banda de cabrones con pintas que maquinaban entre ellos, comían carne con los dedos y extraían esencia vital de otros habitantes de ese mundo. Aquello era otra cosa. Era fantasía, sí, pero fantasía a través de una lente muy negra. Era fantasía oscura. Y ahora no se me ocurre escribir otra cosa.

Negar la influencia a nivel estético de los Skeksis a la hora de crear al Cuervo de Títeres de Sangre sería como negar la influencia del sol en la fotosíntesis. Las diferencias son numerosas e importantes en cuanto a personalidad: actitud, talentos, inteligencia, objetivos, forma de hablar... Prácticamente todo es diferente. Sin embargo, cuando pensé en crear un personaje maquiavélico, retorcido y cruel, pensé inmediatamente en un hombre marchito, incluso débil, tapado por un gran manto de plumas negras bajo el cual solo sobresalía una máscara picuda y unas garras de dedos largos y finos. Al poco de crearlo pensé, "mira, se parece a uno de aquellos bichos". De forma inconsciente, los Skeksis habían dejado su marca en El Rey Trasgo. ¿Cómo no iban a hacerlo? Pertenecen a un universo cautivador que viene a mi mente de forma inmediata cuando alguien menciona la palabra "fantasía". Cada vez que escucho esa palabra no pienso en unicornios: pienso en bosques opresivos, ruinas, monstruos y en una banda de cabrones con pintas.


Una mínima queja con respecto a la película es que recupera la perspectiva tolkieniana de asociar el bien y el mal a dos maneras de ser claramente diferenciadas. La competitividad, el progreso tecnológico, la ambición y la sed de conocimiento son malos; el relajo, la vida contemplativa y libre de preocupaciones, la simplicidad y el laissez faire son buenos. Rechazo este punto de vista, tan enraizado en la propia personalidad de Tolkien y en su modo de ver en el mundo, que por la influencia del autor se ha convertido en prevalente dentro del género fantástico. El estilo de vida de los Místicos lleva al conformismo; la vida contemplativa también conduce a la vida improductiva, aburrida y lo peor de todo, poco adaptativa: puedo imaginarme a un Skeksis perseverando ante la adversidad, ideando con su ingenio retorcido métodos y estrategias para sobrevivir, para prevalecer, para pelear. ¿Un Místico? Me lo imagino reaccionando a las dificultades del mismo modo que reacciona una vaca. La inquietud de los hobbits y los como-se-llame-la-especie-del-protagonista ante el cambio es la inquietud de un sistema frágil a la influencia externa, que funciona muy bien siempre y cuando se mantenga aislado: al menor contratiempo, se viene abajo. ¿Vivir en una burbuja auto-complaciente? No, gracias.


LOS DUELISTAS (REINO UNIDO, 1977)

Considero Los Duelistas la película definitiva sobre el honor. ¿Por qué? Porque siempre que se refleja en pantalla este complicado concepto ("Si necesitas que te lo describa es que no lo tienes", dijo ese semidiós moderno llamado Ron Swanson) se tiende a retratar o como algo enteramente bueno con un punto negativo, o como algo enteramente pernicioso con un punto positivo. Los Duelistas consigue un acertado término medio en el que el honor eleva al individuo y también lo arrastra a la fatalidad... y pese a ello, hasta la violencia a la que lo une tiene un aire trágico, elegante, de pacto entre caballeros.


Es lenta, lo cual para muchos espectadores puede degenerar en aburrimiento. No obstante, su ritmo pausado no se debe a caprichos del director: lo exige la historia. Si las escenas que tienen lugar entre enfrentamiento y enfrentamiento fuesen apresuradas, restarían gravedad a los combates, les quitarían peso. Cada uno de los combatientes ve pasar los días como una cuenta atrás muy discreta, casi imperceptible, hasta que la cuenta llega a cero y todo cuanto ha vivido hasta entonces, todas esas experiencias que ha ido acumulando, se convierten en irrelevantes. Solo queda el duelo al que le ha arrastrado el mismo honor que rige su vida y que será su muerte.


En El Rey Trasgo hay muchos personajes guiados por su propio sentido del honor. Mediante él se convierten en líderes, superan adversidades, sobreviven. Y también mediante él justifican atrocidades, relativizan el papel de la vida o se obligan de forma inconsciente a recorrer un camino que conduce a su perdición. Algunos hacen bandera de él; otros tienen un honor más discreto, más íntimo. Algunos no sabrían vivir sin él, otros preferirían no haberlo conocido... Pero una vez has grabado en tu forma de ser la idea del honor, ya no puedes fingir que nunca estuvo ahí. Es un concepto interesante, puramente inventado por el ser humano, capaz de lo mejor y de lo peor. Los Duelistas fue la primera película en la que lo vi retratado tal como era, con sus luces y sombras.


EL LABERINTO DEL FAUNO (MÉXICO/ESPAÑA, 2006)

Volvemos a la fantasía oscura. A la sensación de incomodidad al entrar en un mundo nuevo, a la alerta constante, al desasosiego de comprobar la existencia de cosas que no se sabía que pudiesen existir. Aunque tengo muchas lagunas relativas a la historia de El Laberinto del Fauno, no he olvidado su ambientación ni las criaturas que la pueblan. ¿Que me he quedado en la superficie? Tal vez, pero de algunas películas extraigo una cosa y de otras, algo distinto. Fue la primera película de Guillermo del Toro que vi (sí, antes que Hellboy) y desde entonces he intentado seguirle la pista. Ponerle la lupa mereció la pena, ya que una de las películas con las que más he disfrutado durante 2013 ha sido Pacific Rim. Soy un tipo sencillo de gustos sencillos que solo necesita robots gigantes peleándose con monstruos durante dos horas para ser feliz toda la tarde. Pero volvamos a la película que nos ocupa, que divago.

El Laberinto del Fauno fue, a mis ojos, la madurez de Cristal Oscuro. Esperad, dejad que me explique. Quiero decir que en Cristal Oscuro, pese a lo lóbrego de los entornos y al aura de desesperanza que se respiraba durante buena parte de la historia, sabías que todo iba a ir bien. Que iban a ganar los buenos. Que el bien prevalecería. Caramba, si hasta el protagonista solo parece medianamente sorprendido ante algunos de los horrores que tienen lugar ante él. En cambio, en El Laberinto del Fauno todo eso cambia. Ya no estás tan seguro de que todo vaya a salir bien. Cada paso que das es un paso más hacia la incertidumbre, acompañada de una sensación de alarma que nunca terminas de sacudirte de encima. Las criaturas extrañas ya no son meros personajes con los que intercatuar: ahora son seres que se perciben ajenos a este mundo, con su propia historia y sus circunstancias, para los cuales tú no eres más que un viajero que se ha topado con ellos. En esta película la fantasía oscura no solo es atrezzo y muñecos: en este caso es opresión, intriga, duda, miedo. No solo está hecha de "cosas", está hecha de experiencias.


Otro aspecto importante es que en Cristal Oscuro es el protagonista se ve expuesto a lo extraño, pero al fin y al cabo son elementos pertenecientes a su mundo. El Laberinto del Fauno arroja a una niña a un entorno que no es el suyo, de modo que por un lado nos sentimos mucho más identificados con la protagonista y por otro, el abanico de reacciones ante lo genuinamente antinatural es mucho más interesante. Por todo ello, cuando la niña se adentra en el comedor de la criatura sin ojos (la vi hace tiempo y mi memoria es chatarra, así que perdonad lo genérico de mis palabras) jadea de miedo, camina con precaución, se inquieta: porque todo aquello no solo es espantoso, es que no debería estar ahí. No debería existir. Por último, la propia apariencia de las criaturas y su personalidad son aspectos que encontré muy acertados, parecidos a la que yo mismo otorgaría a los seres fantásticos. Que el fauno sea críptico, misterioso y con un punto seductor constituye una caracterización a mi parecer inmejorable para un ser feérico.


PULP FICTION (EE.UU., 1994)

Es fácil tener un elemento preferido de Pulp Fiction: su sentido del humor, los diálogos -en los que Tarantino consigue ese objetivo que a veces se le escapa, que es estirarlos en el punto exacto antes de hacerlos inaguantables-, la banda sonora, la tensión que se masca en muchas de las escenas, el hecho de que cuando Mía Wallace y Vincent Vega van a casa de la primera tienes un nudo en la garganta porque sabes que ahí va a pasar algo, y como pase Marcellus Wallace va a montar una que va a dejar el saqueo de Roma a la altura del betún. Sí, me gusta toda esa secuencia. Ah, sí, a lo que iba. La estructura narrativa. Eso, eso fue lo que más me impactó.


"Espera", pensé después de verla, "¿quieres decir que puedes conducir una película que no empieza por el principio, que juega con las tramas entrelazándolas a placer y que intercala secuencias como un experto croupier mezcla las cartas?". Pues sí. Pulp Fiction fue mi primera experiencia en la que la estructura cambiaba de un modo tan radical: había leído o visto trabajos que empezaban justo antes del final, que intercalaban vistazos al futuro o flashbacks, pero no al nivel de Tarantino. No de un modo tan preciso, tan arriesgado y a la vez, tan asequible para el espectador. Comprender la secuencia completa de Pulp Fiction no requiere de un gran esfuerzo intelectual y creo que es ahí donde radica buena parte de su éxito: en que el espectador medio es lo bastante sagaz como para darse cuenta del esfuerzo que hay detrás de este desmenuce narrativo, pero este no es tan complicado como para que salga de la sala de cine preguntándose qué cojones acaba de ver.

El Sr. Lobo opina que el presente estado de las circunstancias, por halagüeño que esta fuere, no justifica el expresar desbocado optimismo mediante la estimulación oral de los miembros sexuales masculinos de los allí congregados, por lo que desaconseja con toda firmeza dicha acción, al menos de forma provisional.


LOS SANTOS INOCENTES (ESPAÑA, 1984)

Los Santos Inocentes es uno de los más descarnados retratos de la España negra. Violenta, inculta, clasista, cruel con el débil y servil con el poderoso, inmune al sufrimiento cuando viene de abajo, ladrona de expectativas; una tierra miserable en la que se confunde solidaridad con conmiseración, en la que la dignidad sobrevive en el sótano del alma, tan pequeña y con tantos golpes encima que habla en susurros; un lugar que huele a pájaro muerto, a anciano que se lo hace encima, al perfume de la Señora Marquesa que el Altísimo bendiga por muchos años, y que a quienes pone a trabajar sus tierras los bendiga el Astado porque parece que Dios se ha olvidado de ellos, por mucho que les prometa el reino de los cielos.


Lo que quiero decir es que Los Santos Inocentes retrata una miseria que nos es próxima, cronológica y geográficamente. Y ni siquiera es una miseria visualmente impactante, bestial, como la que podemos encontrar en la también excelente Ciudad de Dios. Aquí la miseria es más cotidiana, discreta y por ello más insidiosa; la falta de esperanzas se da por hecho con naturalidad. Es el reino de la desesperación: aquel en el que no se conoce otra realidad. Los protagonistas de esta película no luchan contra  la oscuridad porque la oscuridad ganó hace generaciones y va a seguir ganando por los siglos de los siglos. No hay señores oscuros, ni huestes enemigas, ni una amenaza a destruir a contrarreloj: solo la certeza de que morirás en una tierra ingrata, pobre y esclavo, y que pocos serán los que llorarán por ti.


Los Santos Inocentes fue clave a la hora de retratar la decadencia de la nación Corcia, aunque esta posee un elemento nacionalista en las capas sociales más altas del que la película carece. También me ayudó a identificar mejor el rostro de la desesperación, a imaginar entornos en los que la derrota de la ilusión se da por hecha con escalofriante naturalidad. Es, en definitiva, una película que no solo hizo "crack" en mi cabeza, sino que además es una de mis favoritas. Su valor pedagógico y su crudeza hacen que sus errores -líneas acartonadas, interpretaciones poco naturales- se perdonen casi sin reparar en ellos, y la interpretación del fallecido Paco Rabal es tan espléndida que lo difícil no es creerse al personaje, sino creerse que debajo de Azarías hay un actor. Imprescindible.


EL SEÑOR DE LOS ANILLOS (EE.UU., 2001, 2002, 2003)


Son demasiadas escenas, demasiados momentos, demasiados personajes como para hacer una lista y ya os he dado demasiado la tabarra. ¿Es perfecta? No. ¿Es palomitera? Sí. Y qué. Es la adaptación moderna de El Señor de los Anillos para un público moderno y mayoritario, que se disfruta de principio a fin. Gracias a ella el libro por el que te miraban raro en el colegio se convirtió en un fenómeno de masas, uno de los que contribuyó que lo "friki" se pusiese de moda hasta alcanzar el grado de aceptación sin precedentes del que goza ahora. Podría verla diez veces más y seguiría alucinando.

Y si has llegado hasta aquí, felicidades. Ha sido largo pero muy entretenido. El caso es que ya he hablado demasiado... ¿qué hay de vosotros? ¿Qué películas os hicieron "crack" en la cabeza? Esperando vuestras respuestas en la sección de comentarios. Gracias por leerme y que los trasgos agríen la leche de vuestros enemigos.

8 comentarios:

  1. Uy, uy... qué maravilla de títulos de fantástico -que es lo mío- veo por ahí... Cristal Oscuro, el Fauno, ESDLA... :) Su imaginario de criaturas es sencillamente fascinante.

    Tengo que reconocer que Cube me dejó una sensación de angustia y mal cuerpo importante... pero supongo que eso pretendía la peli, así que chapeau por ella. Desde luego que la concepción no puede ser más original...

    ¿Películas que me hayan hecho crack en la cabeza durante este año? Pues la verdad que he visto unas cuantas, pero la mayoría, más allá del entretenimiento, tampoco es que me hayan transmitido un mensaje muy potente. Pero me gustaría destacar por ejemplo 'The road' y 'Nápola'. Ninguna es precisamente de ficción fantástica, pero ambas me impactaron lo suyo.

    Saludos.

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    1. En cuanto a criaturas fantásticas, El Laberinto del Fauno me dejó sin aliento. Me hubiese encantado que existiese una segunda parte, o algo que expandiese ese universo tenebroso. Cube precisamente me encantó porque consiguió algo que el género de terror llevaba tiempo sin provocarme: esa angustia que mencionas. La repulsión y el asco acaban aburriendo; la opresión de Cube es lo que realmente me gusta y lo que me hace pasar miedo.

      No he visto la película de The Road, en buena parte porque no quiero que altere mi visión del libro. Con otros libros no me importa tanto, pero con una película en la que me he formado una visión tan íntima... No sé. Nápola no la conocía, ahora mismo me lanzo a saber más de ella.

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  2. Coincido plenamente con varias. Los santos inocentes es mi película española preferida y (a lo que vamos) más impactante a la vez. Pulp fiction y los duelistas son películas que podría ver una y otra vez. Es verdaderamente espectacular el prólogo de los duelos, en particular el de la carga a caballo, con el excelente Keith Carradine temblando de puro miedo antes de lanzarse al tajo.

    Yo he visto The Road y me parece espectacular, pero es cierto que no he leído el libro, así que me parece muy razonable tu decisión.

    La última peli que me impactó verdaderamente, de éstas que sales del cine diciendo eso de "pero ¿qué coño...?" fue Distrito 9.

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    1. Distrito 9 no estará en esta lista, pero está en mi lista de películas de ciencia ficción (o lo que sea) favoritas. La disfruté mucho pese a cualquiera de sus errores y sobre todo, logró causarme una genuina sensación de extrañeza y angustia frente a lo desconocido, todo ello con un enfoque muy interesante.

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  3. ¡Viva Paprika! Mi película favorita es una que, desgraciadamente, en España se le puso un titulo que suena a comedia: Olvídate de mi (su verdadero nombre sería El eterno resplandor de una mente sin recuerdos). Es una película que comienza, al igual que Pulp fiction, por la parte final, y que más adelante se nos mostrará la trama desde delante hacia atras. Y su argumento... para mí increible, sumandole ademas unos grandes personajes (destacando el papel de la protagonista femenina) y unos entornos que, por sencillos, son de lo mejor que te pueden echar a la cara.
    ¡Saludos, Alberto! ¡Eres grande!

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    1. ¡Viva Parika, claro que sí! Maravilloso lo del título de la película, no había visto semejante divergencia entre el original y la traducción desde Shaun of the Dead. Me la apunto, que gracias a esta entrada estoy recibiendo unas recomendaciones que tienen una pinta estupenda. Un abrazo y gracias por tu comentario. :D

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  4. Adoro Parpika. Cuando la vi fue como si se metieran en mi cerebro y removieran todo mi inconsciente con un palo para luego dejarlo todo a la virulé. Verla por primera vez es una experiencia increíble que nunca olvidaré y se ha convertido en una de mis películas favoritas.
    Muchas de las que has puesto también me encantan: Jurassic Park, El Señor de los Anillos, El Cristal Oscuro y El laberinto del Fauno, aunque tengo que destacar Pulp Fiction, que la vi con doce años y me quedé tan pillada que tardé varios años en verla de nuevo. A parte de la banda sonora y ese estilo Tarantino tan peculiar, los diálogos son increíbles... triviales y geniales al mismo tiempo. ¡Me encanta!
    Y bueno, ya que estamos no me voy sin hacerte dos recomendaciones que te insto a ver sí o si porque merecen muchísimo la pena:
    La caza, de Mads Mikkelsen (http://www.filmaffinity.com/es/film858945.html),
    Prisioneros (http://www.filmaffinity.com/es/film276566.html)

    Esta última es la mejor película que he visto en 2013. Está genialmente hecha y, a pesar de su trillado argumento, te mantendrá pegado a la pantalla. No me canso de recomendársela a todo el mundo.

    ¡Muchos besos!

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    1. Me encanta ver que mucha gente conoce Paprika, pensaba que éramos cuatro gatos. Buena observación al decir que la primera vez es alucinante, es muy interesante volverla a ver por aquello de ver cómo encaja todo, pero el impacto y asombro de la primera vez no se puede replicar.

      Apuntadas tus recomendaciones, ya te digo que gracias a este post estoy haciendo una lista de cosas que se plantean interesantísimas. Besos de vuelta y gracias por pasarte por aquí. :)

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