martes, 25 de junio de 2013

Las Tierras del Trasgo: Is, Esidia y Thorar

Is es piedra blanca y vegas de viñedos. Es sol tibio al norte y vivo al sur, donde linda con Ara; es orfebrería de bronce y lapislázuli, es aceite ardiendo ante los altares de cien dioses. Y también es una tierra de historias que hablan del nacimiento del mundo y su final. Vlad el Viajero observa desde la distancia un corro de niños y, para su sorpresa, niñas, que escuchan a un hombre obeso y rosado con una sonrisa capaz de unir los dos extremos del continente.
Is, por Óscar Pérez.
Primero les habla del norte, de Esidia. Los esidianos, dice, son como osos, no por grandes o fieros, pues no son ni lo uno ni lo otro, sino porque rara vez los verás fuera de su madriguera. Allí, bajo la luz de lámparas de aceite, antorchas o una hoguera en la chimenea, abrigados por pieles y rodeados por paredes de madera y roca, forjan sus armas, leen sus códices, escriben sus tratados, acuñan su moneda. «Les gusta callar», dice, «porque saben mucho, y el que mucho sabe tiene ganas de saber más, así que guarda silencio para escuchar y aprender». Esgrimidores jactanciosos que afirman poder separar la tierra del cielo de un tajo, sinceros hasta el daño, listos como búhos y altaneros como gallos.

Esidia, por Óscar Pérez
«Apenas veían el sol», explica, «así que tuvieron que aprender a medir el tiempo sin él, y que por eso inventaron unos aparatos llamados relojes compuestos por muchas ruedas que bailan entre ellas e indican, con un compás, las horas del día». Habla de las montañas más grandes del continente, hogar de trasgos, pobladas por hombres que unos dicen que son bárbaros aún vivos, otros que solo los espectros que los muertos dejaron atrás. En los picos menudos anidan los grifos y en sus apretados burgos se dice que se reúnen eruditos y sortílegos bajo el mismo techo para intercambiar secretos.

Luego menciona el oeste. Pronuncia el nombre de Thorar, que suena como una espada al desnudarse. Antes de continuar su sonrisa se invierte como la mueca amarga de un sapo. «Thorar nació entre sangres y entre sangres terminará» dice sin que su joven público se sobresalte. «Si miras a los ojos a un thorense», murmura, «puedes ver un desafío helado, muy, muy sereno. No lo controlan. Te miden. Te estudian. Te rondarían en círculos si no tuviesen cortesía. En cada thorense bulle el fuego: por eso adoran al sol, porque cuando miran al cielo no ven a un dios al que rezar sino un igual con el que reunirse en la muerte. Son fieros, no como el tejón y otras alimañas, sino como el venado. No te atacará a menos que entres en su territorio o lo importunes. Ahora bien. Si lo haces, seguirá pateando tu cuerpo después de muerto».

Thorar, por Óscar Pérez
Lubrica su garganta con vino blanco. Mucho. Habla de la corona de Thorar, que por primera vez en siglos no ha cambiado de familia. Del Consejo, cinco sabios que gobiernan todos los asuntos reales. «De uno de ellos se dice que puede transformarse en cuervo a voluntad», dice mientras mueve los dedos, «y de otro, que bajó desnudo de la luna con una lanza de plata. Con alzar una mano, tienen mil picas a sus pies. Si al bajar la mano señalan en una dirección, las naciones que se encuentran al final del dedo tiemblan. ¿Sabéis que hizo así a Thorar? El acero y su propia sangre. Tiene más cicatrices que caminos. Por eso, cuando hagáis daño, pensad que el dolor no es agua, que se evapora al sol: es lava, caliente al derramarse, pero que al enfriarse se acumula, endurece y dura generaciones».

El hombre gordo apura su vaso y mira lejos, a las suaves colinas sobre las que se derrama el pueblo. Ve a Vlad y, reconociendo a un viejo amigo, sonríe.

«Algunos dicen que el continente comenzó en Thorar y en Thorar terminará. Otros dicen que quienes traerán la noche eterna vendrán de las sombras de Esidia. Quizá ambos tengan razón». Los asistentes continuaban escuchando sin dejar entrever muestra alguna de inquietud. «No importa lo que nos deparen los destinos. Llevaremos arena y agua a los fuegos. Llevaremos luz a las sombras. Pues mientras quede un cuerpo en Is capaz de sostener el escudo y la pluma, resistiremos al paso de los siglos y escribiremos sobre el final mismo de los tiempos».

4 comentarios:

  1. Impresionantes ilustraciones, pero lo mejor es que nos devuelvas con tus palabras, a las tierras del trasgo.

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    1. Ey, muchas gracias. :D Intento que los textos hagan justicia a las ilustraciones que acompañan y, al mismo tiempo, transmitiros un pedazo del mundo que he creado. Gracias por tus palabras.

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  2. ¡Qué bonitas palabras y cuánto dicen en tan poco! Al desnudarse la espada he sentido el escalofrío en la columna... ¡ Genial ! Graciaa

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